Por Pegaso
Volando en la estratósfera recordaba una canción que interpretaba Chabelo en su programa dominical «En Familia».
Era una especie de himno que expresaba una utopía entonces irrealizable, inspirada tal vez en la serie de corruptos gobernantes que han azotado a México desde Echeverría hasta Salinas de Gortari, cobrando vigencia incluso hasta nuestros días.
«Si los niños dominaran al mundo», se llama la canción, y dice más o menos así: «Hoy me fui caminando por las calles amigas, por las calles amigas de mi ciudad; todos se dan vuelta para mirarme, para mirarme con curiosidad. Sólo un niño amigo pequeño y travieso, pequeño y travieso me miró con fé. Estaba cantando, reía jugando, reía jugando mientras me alejé: Si los niños gobernaran al mundo y en lugar de guerras ordenaran jugar los hombres tendrían sonrisas sinceras y en todas las calles se oiría cantar».
¿Quién no lo recuerda? Chabelo, el Matusalén de los conductores de televisión, reunía a las familias todos los domingos por la mañana, siempre rodeado por correteables edecanes enfundadas en minúsculos hot pants, con el infaltable Riancho y los chafísimas Muebles Troncoso.
Otros éxitos de «el Amigo de Todos los Niños» fueron «El Garabato Colorado», «Yo no quiero un hermanito», «el perrito maltés», y en las navidades se chutaba «Mamacita, ¿dónde está Santa Clós?».
¿Verdad que era bonita la fantasía de Chabelo cuando anhelaba que el mundo fuera gobernado por los niños? (Nota de la Redacción: ¡Siiiiiiií!)
¡Pues no es cierto! Los niños son ahora los que gobiernan el mundo, por si no se han dado cuenta.
De varias décadas para acá los padres nos hemos olvidado de ellos, aquejados por los mil y un problemas de la vida cotidiana.
Antes las mamás se quedaban en la casa cuidando a los chamacos, mientras que el viejón se sobaba el lomo en el trabajo.
La chancla, ese sagrado instrumento educativo, era efectivísima, y sólo con un gesto nuestras mamás nos ordenaban recoger el cuarto o ir a algún mandado. Y ¡ay de aquel que no obedecía! Inmediatamente tomaba la bendita chancla y la estampaba contra nuestros tiernos glúteos.
Pero poco a poco fueron cambiando los roles. Las mamás se vieron obligadas a salir a trabajar para ayudar a la economía familiar, los papás empezamos a trabajar doble turno y nuestra desatención hacia los niños fue creando en ellos la semilla de la rebeldía, hasta que esta germinó y echó fuertes raíces.
Hoy, si alguna cabecita blanca se atreve ordenarle algo a su angelito, éste saltará enfurecido y encarará con torva faz a la autora de sus días.
Acostumbrados a suplir el cariño paterno o materno con aparatos electrónicos (primero fue la televisión, luego los videojuegos y los teléfonos inteligentes), no tienen más modelo a seguir que la violencia proyectada en las pantallas o la infernal música que ennerva los sentidos.
El fenómeno es mundial. Con la llegada de la tecnología se ha abrió una brecha insalvable entre padres e hijos.
Chabelo decía que si los niños gobernaran al mundo ordenarían jugar.
Al menos en México, actualmente son los niños los que gobiernan, no sólo a nivel familiar, sino en cualquier rincón del país. Tenemos cada vez sicarios más jóvenes.
La guerra del narco inició hace diez años. Tenemos ya una generación perdida y vamos por la segunda, porque cada vez hay más niños sicarios.
Dentro de poco vamos a ver que saldrán a la calle en andaderas blindadas y pañales antibalas.
Por un lado la tecnología y por el otro, el avance de la delincuencia organizada nos están quitando a nuestros hijos. ¿Qué podemos hacer?
Va el refrán estilo Pegaso: «¡Contamos con un pavoroso grafema que expresa la secuencia consonántica ks!». (¡Tenemos una espantosa equis!)