Por Pegaso
Se murió Chente Manos Largas.
Ya entregó los tenis.
Convertido en las últimas horas en un jugoso filón de oro para las televisoras y revistas del corazón, que venden en cantidades industriales, fue un personaje polémico a lo largo de su carrera artística.
A pesar de la larga lista de canciones que fueron éxitos internacionales, como “La Ley del Monte”. “Por tu maldito amor”, “Acá entre nos”, “Hermoso cariño”, “Los mandados” y “Tu camino y el mío” y “El Arracadas”, no se compara ni tantito a otras figuras de la música mexicana que lo antecedieron, como Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís.
Hasta ahora solo hay tres estrellas en el cielo de México y dudo que alguna vez El Chente alcance la dimensión de esas figuras que fueron tan queridas para el pueblo de México.
Murió Juanga, y ya fue olvidado, murió José José y ya fue olvidado, murió Joan Sebastian y ya fue olvidado… Sólo las grandes figuras nacionales quedan en la memoria colectiva, y hasta donde se puede ver, pronto “Vicente Manos largas” también pasará a ser un recuerdo anodino.
Chente empezó su carrera en la década de los sesenta. Tras la muerte de Javier Solís, su heredero natural era Jorge Valente, quien también cantaba muy bien el bolero ranchero.
Valente ayudó a Vicente Fernández cuando ningún productor daba un peso por él, pero cuando empezó a agarrar fama, lo traicionó vilmente.
Ya con suficiente dinero, pagaba en las estaciones de radio para que pasaran sus canciones y quitaran las de Valente, además de que en los palenques empezó a condicionar para que no contrataran a quien ya consideraba su rival.
Tras la desaparición de los grandes, Jorge, Pedro y Javier, hasta hace medio segundo ninguna figura del espectáculo en México ha podido llegar a tal nivel de popularidad y excelencia, incluyendo Vicente Fernández.
Chente tuvo grandes éxitos, claro está, pero siempre quiso ser como ellos, sin lograrlo, ya que los grandes artistas no han sido tan misóginos ni patanes como él.
Ya de viejo se convirtió en un hazmerreír, porque a donde quiera que llegaba, se le iban los ojos tras las gráciles y jóvenes fans que aún lo admiraban, llegando incluso a manosearlas sin ningún recato.
Alguien le preguntó que por qué, a su edad avanzada, ya no hacía películas y él comentó que porque no quería dar lástima.
“El Charro Sexi de Huentitán”, como era conocido, tenía la sangre pesadita, pero su estilacho de cantar lo hacía popular.
“Mientras ustedes aplaudan, yo seguiré cantando”,-decía en sus presentaciones en los palenques.
Chente dominó el firmamento artístico de la música vernácula mexicana prácticamente desde los setentas hasta la fecha, al igual que lo hacía José José en la balada y Juanga como compositor.
A su muerte, deja un nicho que nadie, hasta el momento, se perfila para llenar, sin que ese nicho sea de la dimensión e importancia que en su momento tuvieron las Tres Estrellas en el Cielo.
No se ve, por ejemplo, que su hijo Alejandro pueda superar sus éxitos.
No me acuerdo en este momento qué otro intérprete hay en la actualidad que pueda sustituir al patilludo, bigotón y cejón personaje, que además era picarón y de ojo alegre.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Elabora reconocimiento público y procede a inducirte sueño”. (Crea fama y échate a dormir).