Por Pegaso
(Hombre) que se impone por la violencia y es admirado por ello entre quienes defienden sus mismos valores.
Cosa o persona que es extremadamente buena en algo.
Ambas definiciones corresponden al coloquialismo mexicano «chingón».
Por extensión, puede considerarse como una tercera acepción aquella persona que suele «chingar», molestar o perjudicar a alguien más.
Dícese que el mexicano es «chingón» porque hace cosas «chingonas» y no se anda con «chingaderas».
Por eso no me asombra que muchos… ¡qué digo muchos! Mles… ¡qué digo miles! Millones de mexicanos ya están haciendo fila para apuntarse en la abultada lista para recibir los 2,400 pesos de ayuda a personas jubiladas y de edad avanzada, aún sin tener necesidad de ese dinero.
Burócratas que obtienen cheques mensuales de más de cinco dígitos, empresarios, líderes sindicales, viejillas popofonas, artistas y muchos más que realmente no requieren de la ayuda oficial, son los primeros en la cola.
Una señora me decía muy entusiasmada: «Ya están apuntando en la lista para la ayuda del Gobierno y me dijo una amiga que fuera a registrarme».
La mujer es esposa de un contratista. No tiene la mínima necesidad.
Le dije: «Yo, en su caso, no lo aceptaría».
«Cierto, Pegaso-me dijo con un gesto indescifrable. Mi marido piensa lo mismo que usted».
Pero muchos… ¡qué digo muchos! Miles… ¡qué digo miles! Millones de mexicanos «chingones» sí lo harán.
Y no digo que sean «chingones» en el sentido de aquellos que suelen imponerse y son admirados por quienes defienden sus mismos valores, sino porque aceptar ese dinero es «chingar» a muchos otros que realmente sí están amolados.
De veras. Apenas unas horas antes había visto en la calle a una mujer como de treinta años de edad, de apariencia indígena, con un niño pequeño al hombro envuelto en un revozo y lanzando tres pelotas, como si fuera malabarista. Todas se le caían, pero insistía en aventarlas y tomarlas torpemente con las manos.
Le mostré la foto de la indigente a la pomadosa señora que quería hacer cola en la mesa de registro donde están los «Servidores de la Nación». Me contestó: «Y el marido, ¿dónde está?»
«Pues-le dije. Posiblemente rascándose la entrepierna o echándose una caguama. Pero el tema no es ese, sino como ella, hay millones de personas que apenas viven con unos cuantos pesos al día y que les caería de perlas una ayudadita».
Después de eso, mi interlocutora hizo mutis.
Yo le digo, si algún «chingón» me está leyendo, ¡que no la «chingue»!
Si tiene la posibilidad de ganar el sustento diario con su propio esfuerzo, o si ye tiene una pensión que le permite vivir decorosamente, o que es esposo o esposa de algún empresario o contratista, «chínguese» un poquito, tenga algo de dignidad y no quiera aprovecharse de la situación.
Y al Pejidente López Obrador quiero enviarle un mensaje, si es que alguien por ahí lo ve: ¡No sea ingenuo! El mundo, pero especialmente México, está lleno de «chingones» que «chingan» nomás por «chingar».
Quédese también con el refrán estilo Pegaso: «¡A la perjudicada con las dependencias gubernamentales!». (¡A la chingada con las instituciones!)