Al Vuelo/ Chona

Por Pegaso

Desde mi nubecilla viajera puedo ver cómo la gente pone en riesgo su vida y la de los demás con tal de cumplir con los estúpidos «retos».​

Resulta que una gordis locutora de radio de Hidalgo, Texas, queriendo tal vez ilustrar los peligros de ese tipo de retos, subió a You Tube un video donde se ve a ella misma dialogando con otra persona, al parecer su hija, mientras realiza una peligrosa maniobra con su vehículo en marcha.​

Al ritmo de la pegajosa canción «La Chona», se baja de la camioneta y empieza a mover el bote, solamente agarrada de la puerta. ​

Al terminar con el «reto», se oye la sirena de una patrulla y es entonces donde empieza el drama, porque el agente no acepta la excusa de que «es que todos lo están haciendo».​

El cumplido chota la baja y le coloca las esposas, mientras la mujer prorrumpe en llanto.​

Por supuesto que se trató de una actuación, pero de una forma u otra refleja hasta qué punto las personas, niños, jóvenes y adultos están dispuestos a llegar por cumplir con los infames «retos».​

Ya he hablado antes de ese tipo de comportamientos extravagantes y muy peligrosos. ​

La Internet y las redes sociales son una herramienta valiosa, pero también traen problemas graves. Es como una caja de Pandora que alguien abrió y se desparramaron todos los bienes y los males, quedando sólo en el fondo la Esperanza.​

El meollo de los «retos» es que todo mundo quiere ser popular. Se trata de cumplir con una tarea, generalmente absurda y peligrosa, para después subir el video a las redes sociales y ganar «likes».​

A final de cuentas todo se traduce en dinero, porque a mayor número de «likes», mayor popularidad y por consiguiente, mayor posibilidad de que te paguen por seguir subiendo mafufadas.​

Pero también tiene algún componente animal.​

La moda de los «retos» se incuba en lo que algunos estudiosos llaman el Complejo Reptiliano o Complejo R, una estructura del cerebro que domina nuestros impulsos más primitivos, como el de sobrevivencia o el de apareamiento.​

Yo me imagino que quienes aceptan un «reto» son como los perros de rancho, ladra uno y ladran los demás, aunque no sepan por qué lo hacen.​

¿Qué sigue después del «reto» de «La Chona»? Seguramente vendrá otro, y otro más, cada cual más estúpido que el anterior.​

Yo propongo el «reto» de los «voladores de Papantla» inalámbricos: Súbanse a un palo de sesenta metros bailando con una flauta y un tambor y luego déjense caer sin cuerda. ​

Sería cool.​

Termino mi colaboración con el refrán estilo Pegaso: «Que sea un orate y no un par de ellos». (Que sea un loco y no dos).

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