Por Pegaso
Andaba yo volando allá, sobre la placita Treviño Zapata, donde se realizaba la ceremonia de apertura de la exhibición de símbolos patrios, programa que lleva a cabo el Instituto Mexicano de Investigaciones Cívico Culturales para hacer que la chaviza conozca y tenga respeto por todo aquello que simboliza nuestra mexicaneidad y nos mantiene cohesionados como nación. (Nota de la Redacción: Pegaso, te sacaste de la manga otra frase dominguera).
Decía que en esa ocasión tocó hacer uso de la palabra a un peladito no mayor de 30 años llamado Ricardo Ibáñez, representante del IMICC, quien se aventó un discurso de casi 20 minutos rematado por un sermón que dirigió a las nuevas generaciones.
Ante un selecto público de chiquillos, chiquillas y púberes, habló de aquellos que dieron su sangre y su vida por tener el México que hoy gozamos.
Dudo que la mayoría de sus oyentes haya entendido una sola palabra de su bien elaborada pieza de oratoria porque la mayoría de los que estaban sentados eran párvulos de entre cuatro y seis años con pensamientos mucho más abstractos, como: «Tengo calor» o «quiero a mi mamá», mientras que los jóvenes que portaban la bandera estaban más ensimismados en pensamientos tales como: «¿Fulanito me habrá enviado un wasap?» o, «¡Híjole! Tengo que escuchar la última canción de Justin Bieber!»
Pero a pesar de todo, Ricardín tiene mucha razón en todo lo que dijo: El mexicano promedio ha perdido muchos de los valores cívicos que antes tenía.
Es un hecho comprobado que desde que se eliminó la clase de Civismo de las escuelas, todo se lo llevó la tingada.
Si no, pregunten a cualquiera de los que forman la llamada «Generación X», que ahora deben tener entre cuarenta y cincuenta años. La mayoría son analfabetas funcionales en cuanto a conocimiento de la historia y reconocen más pronto la efigie de Juan Gabriel que la de Benito Juárez.
Y las nuevas generaciones no se quedan atrás.
Los «Milennials», por ejemplo, esos chavos que nacieron de los noventa para acá, ni siquiera conocen el significado de la palabra civismo.
El respeto hacia los símbolos patrios es nulo. Una buena parte de los jóvenes que están ahora en la escuela no saben ni siquiera hacer el saludo a la bandera, que debe ser con gallardía y orgullo, mientras pasa la bandera por delante de nosotros.
En las plazas públicas se suben a los bustos de los héroes para tomarse selfies.
Es más, tan falta de civismo y respeto hay entre el ciudadano como entre los funcionarios que tienen la obligación de fomentar el respeto a los héroes que nos dieron patria y libertad.
Por ejemplo, en la plaza principal el monumento a Miguel Hidalgo tiene la cabeza llena de cacas de paloma y los encargados de darle mantenimiento ni siquiera lo han notado.
Tal vez no sea la causa principal, pero la carencia de educación cívica ha decantado en comportamientos antipatrióticos, antiéticos y antisociales, donde personas cada vez más jóvenes incursionan en el ámbito de la delincuencia organizada.
Sobran ejemplos de niños sicarios, o de jovenzuelos con más acné que huevos que son abatidos por las balas de los soldados, sintiéndose mártires de una causa absurda.
Yo, Pegaso, me pronuncio a favor de que vuelva la asignatura de Civismo a las escuelas… ¡Ahhh! Y que el profesor tenga el permiso de la CNDH para que le sorraje unos reglazos en las manos a los chamacos holgazanes y desobligados.
Sólo de esa manera tendremos generaciones más conscientes de los valores patrios y más respetuosas de la ley.
He dicho.
Viene el refrán mexicano: «Es más valioso el acto de anticiparse a una situación que llegar a compungirse». (Más vale prevenir que lamentar).