Por Pegaso
No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, y a partir de ayer lunes más de 140 mil mocosos retornaron a los salones de clases, mientras que en las casas de las abuelitas todo vuelve a la tranquilidad y se respira una calma chicha.
Y es que andaba yo volando allá, por el rumbo del CETIS 71, donde la Alcaldesa Maki Ortiz puso en marcha el nuevo ciclo lectivo 2019-2020, y un poco más tarde en la Secundaria 4, donde el Gobernador Francisco García Cabeza de Vaca puso dio el banderazo para el nuevo período lectivo.
En la ceremonia se veía pura cara feliz, feliz, feliz,-como dice el Pejidente AMLO- de las chiquillas y chiquillos-como decía el expresichente Fox-, y se notaba el entusiasmo de los cientos.,,, no, menos, de los miles,-como dijo el copetudo expresidente Peña Nieto- de estudiantes, deseosos de regresar a las aulas.
Sí. Se notaba el entusiasmo de todas y todos.
Los chavos todavía con las rayas de las sábanas marcadas en los cachetes, con gesto aún de incredulidad porque se acabaron las vacaciones de verano, como diciendo: «¡O sea, güey, qué pex!», pero también de resignación, y listos para aprenderse las bonitas y divertidas fórmulas de álgebra, geometría analítica, cálculo diferencial y cálculo integral.
Los profes, con cara de resignación, pero recordando sus vacaciones en alguna playa de Cancún o Puerto Vallarta, acompañados de su amada consorte, con su cuerpo de bodoquito de zumba enfundado en su bikini amarillo con bolitas color fiucha.
En fin, las vacaciones se terminaro. Regresa la algarabía a las escuelas y el caos vial a las calles.
Los papases y las mamases que llevan a sus retoños a los planteles ensayan su lenguaje más florido cuando otro intenta meterse en la fila.
Dentro del salón, el maestro da la bienvenida a los que pudieron pasar al grado siguiente. En el patio principal, el Director ya se ha aventado un choro para recibir a los de nuevo ingreso y estos, con cara de mensos, ven acá y acullá, tratando de encontrar algún rostro conocido.
Los más pequeños, los de preescolar y primero de primaria, se paran en el pasillo, temerosos de entrar al salón y buscando desesperadamente con la vista a su progenitora, que está en la barda echando chorcha con su comadre Petra.
Al pasar de los días, todos los chamacos se van acostumbrando a sus nuevos compañeros y maestros.
No falta el chavo gandalla que forma su pandilla con otros igual que él, para hacerle la vida de cuadritos al más menso de la clase.
O el maestro enojón que lanza el borrador o los marcadores a la cabeza del distraído chaval.
Ya para el quinto o sexto año, cuando las hormonas comienzan a bullir, se empieza a ver a las compañeritas y compañeritos con otros ojos, y es cuando baja de repente el rendimiento escolar, lo que se conoce como el Síndrome de la Mochila Azul.
Y así, sucesivamente. El regreso a clases es todo un acontecimiento.
Volver a la rutina, llevar a los güercos a la escuela, soportar las enormes filas y congestionamientos, y eventualmente, alguna balacera o persecución.
Ese será el escenario para los siguientes meses.
Por fortuna, en diciembre tendremos las vacaciones navideñas y al menos tres puentes grandes en el transcurso del ciclo escolar.
Que sea para bien de nuestros aplicados estudiantes y sus abnegados padres.
Déjolos con el refrán estilo Pegaso: «Mi preceptora me plantó un ósculo al término de clase debido a que elaboré los trazos rectos de manera prolija». (Mi maestra me dio un beso a la salida porque hice los palitos parejitos).