Por Pegaso
Andaba yo volando allá, cerca de la estratósfera, esquivando meteoritos, ovnis y satélites, cuando me vino a la mente un tema para comentar con mis dos o tres lectores en esta cotorra y chimengüenchona columna: Los cómicos.
Un cómico es aquel individuo que se dedica a cultivar el arte de la comedia, es decir, actúa para hacer reír.
Veía yo en las redes sociales cómo alguien preguntaba cuál de los cuatro grandes cómicos mexicanos, ya fallecidos, fue el mejor: Cantinflas, Tin Tán, Resortes o Capulina.
Particularmente, creo que el más conocido mundialmente es el peladito de la gabardina y el pantalón a media nalga: Mario Moreno, mejor conocido como Cantinflas.
Su peculiar estilo de hablar sin decir nada, fue incluido en la Real Academia de la Lengua Española como el verbo “cantinflear”.
Muchas veces se le compara con el gran Charlot. Dicen que una vez le preguntaron a Charles Chaplin quién era el mejor cómico del mundo y dijo sin titubear: Cantinflas.
El personaje ha servido de inspiración a muchos otros comediantes, por ejemplo, Carlitos Espejel, quien interpretaba a “Carlinflas”, o a Enrique Cuenca, uno de los polivoces, que hacía una magnífica imitación, aunque le sobraba algo de lonja, o al otro polivoz, Eduardo Manzano, creador del personaje “El Chachalaco”, o ALMO, que todas las mañanas dice mucho sin decir nada, etcétera, etcétera, etcétera.
De Tin Tán la única gracia que tenía es que se vestía como pachuco y lucía un ridículo bigotito.
Resortes, por otro lado, exageraba en su interpretación del alcohólico bailarín, mientras que Capulina, “El Rey del Humorismo Blanco”, tenía un sentido del humor medio fofo.
México ha sido semillero de buenos comediantes, aparte de los ya mencionados, que se cocían aparte.
De los viejitos, Joaquín Pardavé, Clavillazo, Shilinsky, El Piporro y ALMO, por citar algunos.
Con la llegada de la televisión surgieron Héctor Lechuga, Jorge Ortiz de Pinedo, La India María, Chespirito, Ramón Valdez, Los Polivoces, Alejandro Suárez, ALMO y otros muchos.
Los que sobresalen actualmente son, por supuesto, Eugenio Derbez, Adrián Uribe, Adal Ramones, Consuelo Duval, Carlos Espejel, Chumel Torres y ALMO.
Los cómicos mexicanos nos han dado mil y un momentos de alegría y buen humor.
¿Qué sería de los mexicanos sin sus maravillosos comediantes?
La serie de televisión El Chavo del Ocho (26 de febrero de 1973-7 de enero de 1980, encabezada y dirigida por Roberto Gómez Bolaños, con Florinda Meza, Carlos Villagrán, María Antonieta De las Nieves, Ramón Valdez, Edgar Vivar y Angelines Fernández), tuvo un éxito mundial.
Los Polivoces, otra serie cómica de los ochenta y noventa, con Eduardo Manzano y Enrique Cuenca, es un clásico de la telera, y La Carabina de Ambrosio, con Cesarín y la Pájara Peggy.
Más adelante surgieron otros programas de comedia, como Chiquilladas y Alegrías del Mediodía, donde se daba cabida a las nuevas generaciones de actores cómicos, como Carlos Espejel, Lucerito y Ginny Hoffman.
En los noventa y parte de la década del 2000, sobresalió Derbez en Cuando, con Eugenio Derbez, con sus icónicos personajes: El Super Portero, Eloy Gamenó, Julio Esteban, Aarón Abasolo, El Longe Moco y Armando Hoyos, con su Real Epidemia de la Lengua.
En la actualidad, esos geniales programas han desaparecido, pero queda uno que es la cúspide de la jocosidad y las ocurrencias: La Mañanera, producido, dirigido y actuado por el supercomediante ALMO.
Por hoy los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice así: “Con el propósito de defec(r)arse de hilaridad”. (Para ca(r)garse de risa).