Por Pegaso
Andaba yo volando allá, cerca de la estratósfera, donde las hondas hertzianas me trajeron la noticia de la muerte de Hugh Hefner, ícono del erotismo y de la libertad de expresión, y sin lugar a dudas, uno de los hombres más felices del mundo, según la opinión de los lectores de la revista Play Boy.
Para empezar, vivía en una fabulosa mansión ubicada en el número 10236 de la calle Charing Cross, Holmby Hills, Los Ángeles, California.
El viejo chimengüenchón vivía rodeado de conejitas, es decir, jóvenes y exhuberantes modelos que se paseaban con diminutos bikinis y ropa sensual por los pasillos del palacete todos los días, las 24 horas del día.
Es una especie de harén, aunque otros afirman que era más bien un prostíbulo rocambolesco donde se daban fastuosas y elegantes fiestas.
De cualquier manera, Hugh Hefner constituyó en su tiempo una verdadera revolución contra la acartonada y recatada sociedad estadounidense. Con sus portadas e interiores de modelos desnudas, con una página central desplegable que hacía la delicia de los caballeros, fue también punta de flecha de la libertad de expresión.
El logotipo del conejito blanco sobre fondo negro, o negro sobre fondo blanco, es uno de los más conocidos a nivel mundial.
En el plano subliminal, representa la castración de la masculinidad (las orejas en forma de tijera) y el moño anudado al cuello, pero al mismo tiempo simboliza la promiscuidad propia de esos pequeños roedores.
El carcamal sabía lo que hacía. En sus tiempos de gloria, cuando Play Boy llegó a vender la cantidad de ¡siete millones mensuales de ejemplares!, fue uno de los personajes más influyentes de los Estados Unidos.
Todos se peleaban por asistir a sus pachangas en la famosa mansión de Holmby Hills, desde artistas de cine, políticos y gente de la televisión.
Dentro de la revolución que él mismo creó, y que contribuyó para hacer de la actual sociedad norteamericana una de las más liberales del mundo, fue duramente criticado por las feministas, por los conservadores y por los líderes religiosos.
No obstante, eso sólo sirvió para incrementar su fama y fortuna. Pronto Hefner hizo realidad sus sueños y se compró el fastuoso castillo donde vivía cómodamente, rodeado de decenas de bellezas de todas las etnías, colores y sabores.
Se sabe que la empresa Play Boy tenía enganchadores, buscadores de «talentos» que recorrían todo el territorio norteamericano en busca de las jovencitas más guapas.
Tan sólo cumplir 18 años, si destacaba por su hermosura, inmediatamente era invitada para la página central de la revista, donde aparecería con todos sus atributos, en peletier, como Dios la trajo al mundo.
Ahí estaba el secreto del éxito. Por su página central y portada pasaron figuras tan conocidas como Marilyn Monroe y Pamela Andersson.
En las oficinas de casting de Play Boy las aspirantes a conejitas hacían filas más largas que en los conciertos de Alex Lora. Todas debían superar varias pruebas y una de ellas, por spuestos, era pasar por las armas del concupiscente Presidente de la compañía.
De cualquier forma, como las gringas casi no son interesadas, todas ellas solían entregar su amor en greña y después de pasar la prueba del añejo, entonces sí, eran huéspedes permanentes de la mansión, hasta que la gravedad empezaba a notarse en sus rubicundos cuerpecillos.
Hefner fue también autor de chispeantes frases. Máximas que han pasado a la historia como símbolo del estilo de vida que muchos norteamericanos, latinos, europeos, chinos, negros, muslmanes y japoneses quisieran para ellos mismos:
-Llevo 30 años en una despedida de soltero, ¿por qué necesito una ahora?
-La vida es demasiado corta para vivir el sueño de otra persona.
-Esta es la vida que inventé para mí.
-Ni en mis sueños más salvajes podría haber imaginado una vida más dulce.
-El sexo es la fuerza motriz del planeta. Debemos abrazarlo, no verlo como enemigo.
Fue así como el viejo pillo causó una revolución que ya no daría marcha atrás.
En sus propias palabras, «las mujeres son las principales beneficiadas de que nos liberemos de las viejas ideas hipócritas sobre el sexo. Ahora algunas personas hacen como si la revolución sexual hubiera sido una trama masculina para conseguir sexo. Uno de los resultados involuntarios del movimiento de las mujeres es la asociación del impulso erótico con el ansia de hacer daño a alguien».
Tan buena vida se dan esos magnates que el viejón murió con una sonrisa de oreja a oreja a los 91 años de muerte natural.
En sus últimos años de vida presumía de haberse acostado con más de mil mujeres y cómo no, si ese era uno de los requisitos para que las incautas jovencitas pudieran saltar a la fama y ganar un chorro de billetes.
Por eso los dejo aquí con el refrán estilo Pegaso: «Llamábanlo bebida de cacao endulzada, perennemente circunvalado por pequeños pastelillos». (Le decían el chocolate de cura, siempre vivía rodeado de bizcochitos).