Por Pegaso
Después de mi vuelo vespertino me puse a pensar sobre las repercusiones mundiales que seguramente traerá en los próximos meses la epidemia de coronavirus en países orientales, que amenaza con convertirse en una pandemia de dimensiones apocalípticas.
En apenas un mes, los casos en China se multiplicaron exponencialmente. Nunca se había visto tal rapidez en la expansión de una enfermedad en los últimos siglos. Tal vez la peste negra (1347-1351 d.c.) podría compararse, ya que acabó con la vida de entre 45 y 60 millones de personas en Europa y el resto del mundo.
La peste negra se originó en Asia Central y pasó a Europa. Se cree que la causa fue la plaga de ratas y pulgas, ya que en aquellos tiempos no existían las medidas de higiene necesarias. De aquellos tiempos nos llega la folclórica expresión: “¡Échame aguas!”, ya que la gente solía advertir con un “¡Agua va!” y aventaba los orines de la bacinica y el resto de su contenido por la ventana hacia la calle.
En la actualidad, se cree que el coronavirus pasó de los murciélagos a la población humana por el consumo de éstos como alimento.
En China, donde existe una sobrepoblación y es necesario alimentarse a como dé lugar y de lo que sea, se comen a los perros, gatos, arañas, alacranes, ciempiés y murciélagos.
Estos animalitos quirópteros tienen la costumbre de dormir colgados de las patas en cuevas o árboles y cuando orinan o defecan, les escurre hacia la cabeza. Por tal motivo se les considera antihigiénicos y no aptos para consumo humano.
Otras versiones apuntan hacia temas más tenebrosos. Por ejemplo, se dice que el virus fue elaborado en un laboratorio ubicado en Wuhan, China, considerado el epicentro de la pandemia y se dejó escapar deliberadamente para acabar con la sobrepoblación humana, con los débiles o enfermos.
Yo recuerdo que desde hace más de cuatro décadas los gobiernos de todo el mundo no hallan la puerta ante otro tipo de pandemias como el VIH, la diabetes y la tuberculosis.
Son miles de millones de personas que requieren medicamentos especializados y los gobiernos ya no hallan la puerta por los enormes gastos que tienen que hacer.
Hasta ahora no hay una cura realmente efectiva para esos padecimientos.
Las mejores mentes del mundo se arrancan los pelos porque no hallan una vacuna, algún medicamento o algo que pare esas tres pandemias que son como tres de los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Pero sí que hay una solución.
Ya que todos esos pacientes tienen algo en común, el sistema inmune debilitado, hay que crear una pandemia que barra con todos ellos de la faz del planeta y así nos libramos del VIH, la tuberculosis y la diabetes.
Y se libera el cuarto jinete del Apocalipsis.
Esto último, por supuesto, no está comprobado y aún permanece como una más de las teorías de conspiración que inundan la Internet.
Pero, ¿a poco no les caería con madre a los gobiernos ahorrarse un lanón eliminando a la población débil y dejando a los más sanos?
A eso se le conoce como Eugenesia, una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de humanos.
Quédense mis dos o tres lectores con esta reflexión.
Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de Miguel De Cervantes Saavedra: “Situaciones testificarás, escudero”. (Cosas veredes, Sancho).