Por Pegaso
Pedí al Equipo de Investigaciones Especiales de Pegaso (EIEP) que indagara cuáles son los motivos por los cuales los chamacos están cada vez más locos y van con drogas y armas a las escuelas, donde de vez en cuando cometen alguna masacre, matando por igual a sus compañeritos y maestros, como ocurrió hace unas semanas en una escuela de Torreón.
La idea me vino por el comentario que hacía ayer a periodistas el representante de una organización de derechos humanos, Álvaro Arce Paz.
En su ignorancia, el ilustre leguleyo dijo que no sabía por qué los infantes incurren en ese tipo de comportamientos y expuso que es necesaria la implementación de la “Operación Mochila” para garantizar que no se vuelvan a repetir ese tipo de hechos.
Luego de sesudas indagaciones, los integrantes del EIEP me presentaron sus conclusiones y aquí las hago públicas para el conocimiento de mis dos o tres lectores y para dar cimiento a las futuras generaciones.
Con esto quedó bien claro que no sólo se trata de una sola causa, sino que se trata de un fenómeno multifactorial.
Dicho lo anterior, aquí están las supradichas conclusiones:
1.- Los videojuegos. En todos los eventos violentos en que intervienen jóvenes, están presentes de alguna u otra manera los videojuegos violentos. Si bien no son la causa por sí mismos, son una especie de detonante que los induce a imitar lo que ven en la pantalla.
2.- Los padres. Si los papás han inculcado valores, viven una vida saludable y han brindado un ejemplo sano a sus hijos, difícilmente éstos podrán tener ideas violentas. Se sabe que la mayoría de los adolescentes que han protagonizado masacres en escuelas, centros comerciales o en otros lugares concurridos, crecieron en hogares disfuncionales, con padres criminales y serios conflictos emocionales.
3.- Las armas. Si en un hogar de ese tipo el chamaco se da cuenta que el papá tiene armas, lo archiva en su memoria. Llegando el momento, las tomará y saldrá con ellas a matar personas.
4.- El bulliyng. En la escuela y en el barrio, el chico tímido e introvertido siempre será objeto de bulliyng. Entonces, como un resorte que se va comprimiendo, cuando tiene la oportunidad libera sus presiones con actos de violencia, en contra precisamente de aquellos que lo lastimaron.
5.- Los amiguitos. Cada vez es más frecuente que los chicos en edad escolar incurran en inocentes juegos y retos. Hay toda una gama de peligrosas actividades en las que participan para demostrar su hombría, que en muchas ocasiones salen realmente lastimados. Los amigos los presionan al decir que si no lo hacen son maricones. A esa edad, la palabra “joto” es un anatema terrible, y muchos se ven obligados a cumplir con los retos que les imponen sus compañeritos.
6.- Los narcojúniors: En cada escuela hay por lo menos uno o dos hijos de papás que se dedican a la delincuencia organizada. Son el terror de alumnos y maestros. Si le echan el ojo a uno de sus compañeros, lo acosan sin misericordia. Van a la escuela armados y con drogas, porque a final de cuentas, se sienten protegidos por sus progenitores. Y no vale que el director o el maestro llame a sus mamás o abuelitas, porque esas cabecitas de algodón también suelen ser de armas tomar.
7.- La música. Escuchar todo el día a K-Paz de la Sierra, al Komander, Los Buitres de Culiacán, Los Mayitos de Sinaloa, Los Narcos de Tijuana, El Coyote y los Tigres del Norte, de alguna manera te quema el coco. Y si además lo combinan con música de RBD, el reggetón y el perreo, entonces está garantizado el comportamiento violento.
8.- El entorno. El ambiente criminógeno es una gran influencia. Si ves a los cuates que traen unos carrazos, traen joyas en manos, orejas, ombligo, dientes y lengua, traen un viejorrón de miedo y siempre andan forrados de billetes, lo normal es que quieras ser como ellos.
9.- La sociedad. Nosotros mismos somos responsables. Nuestra generación es culpable de haber dado cabida a la narcocultura y a la violencia. Y estamos pagando nuestros pecados.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Es tan pecaminoso quien extingue la vida del cuadrúpedo vacuno, como quien sostiene una de sus extremidades”. (Tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata).