Por Pegaso
«Rodrigo es un joven gatillero al servicio del Cártel. Su jale es muy sencillo, transportar grandes cantidades de dinero y cargas especiales del patrón y lo hace manejando un camaro azul deportivo por el que se ha hecho muy conocido entre la mafia, ya que es un carro muy poco común».
Sinopsis de uno de tantos culebrones que se exhiben en las redes sociales y en los canales de paga de la televisión bajo el tema genérico del narcotráfico.
A pesar de que se trata de producciones que exaltan un sinfín de delitos, cuentan con un alto rating entre la raza mahuacatera.
«La Hummer y el Camaro Azul», es el título de esa obra de arte, ¡qué digo obra de arte!, de esa verdadera joya cinematográfica que produjo una compañía que se llama «Ola Estudios», Dirección de Alonso O Lara, con la participación «estelar» de Jorge Santacruz, Chuy Pérez y Amador Granados, entre otros laureados histriones.
Debe ser muy buena porque tan sólo en You Tube ha tenido 2 millones, 700, 674 visitas, casi pisándole los talones a las sagas de Terminator, El Señor de los Anillos y Harry Potter.
La verdad, la verdad, es que los actores son malísimos y la producción es muy chafa.
Hay escenas de acrobacias en motos y correteadas en carro, pero hasta ahí nomás.
Abundan las palabras usadas por los mañosos y por lo menos el término «cabrón» o «cabrones» se repite cada cinco segundos.
La apología del delito en el cine ha cobrado auge en las últimas décadas, tal como los narcocorridos tuvieron su apogeo hasta poco antes del 2010.
Sin embargo, no se trata de películas que podamos ver en el cine, con palomitas y coca de dieta, sentados cómodamente en la butaca, sino que son producciones para las redes sociales, principalmente en You Tube.
Y ahí están en campo fértil porque en México aún no hay reglamentaciones para el uso de la Internet.
Lo malo es que en canales de paga como De Película o Cinecanal, las transmiten con demasiada frecuencia.
Hace muchos ayeres, allá por el 97 o 98, había en Miguel Alemán un comandante de la Policía Judicial Federal muy famoso. Le decían el Comandante Liceaga, o algo así.
Un periodista ya fallecido le metió la idea de hacer una película sobre sus «hazañas» y el comandante consideró que era justo lo que necesitaba para pasar a la posteridad como un rutilante campeón de la justicia.
Un compadre mío, también periodista y también fallecido, fue enrolado como extra.
El «largometraje» fue rodado en locaciones de Miguel Alemán. El Comandante Liceaga dirigía a un grupo de intrépidos agentes que se la rifaban contra los perversos traficantes de droga que tenían asolada la región.
Resulta que en la primera escena «mataron» a mi compadre y eso pasó a ser motivo de bulla para él, siempre que nos veíamos.
Yo estoy convencido que hay mejores temas para el cine que películas sobre narcotráfico.
Por desgracia, la producción de largometrajes en México siempre ha sido monotemática. Recordemos que en los primeros años del celuloide sólo se rodaban películas de charros, después vinieron las de luchadores, luego las de ficheras y después las de contrabando, para acabar con las de sicarios, en la actualidad.
Y si los actores profesionales en el país son malos, ¡imagínense los de películas como «La Hummer y el Camaro Azul»!
Lo increíble es que, gracias a los casi tres millones de personas que la han visto en You Tube, ¡ese culebrón tuvo una secuela!
Por cierto, 21 mil de esas personas opinaron con el dedo levantado y 35 mil con el dedo hacia abajo, lo que confirma que, efectivamente, fue una producción chafísima, como todo lo que se realiza bajo ese género.
Me despido con el refrán estilo Pegaso: «¡Observas el temporal y te abstienes de postrarte de hinojos!» (¡Ves la tempestad y no te hincas!).