Por Pegaso
Recostado en mi mullido cumulonimbus, algo frío, por cierto, leí en la página de un periódico nacional una entrevista exclusiva que le hicieron al líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros, Romero Deschamps.
Los avispados reporteros, quienes lo vieron en un restaurante ubicado cerca del monumento a la Revolución, engullendo una frugal ensalada con su chela bien helodia, sin más ni más le sorrajaron la pregunta sobre el supuesto proceso que ya tiene abierto en su contra por huachicoleo y enriquecimiento ilícito.
Romero contestó que no tiene miedo porque no es El Diablo.
Ante la insistencia de los picateclas, el dirigente sindical comentó que al rato lo van a acusar de haber crucificado a Cristo.
La verdad, la verdad, es que el chimengüenchón líder petrolero tiene mucho que temer.
Durante casi tres décadas, luego del «quinazo», el 10 de enero de 1989, Romero se hizo del poder absoluto dentro del gremio petrolero, gracias al golpe de timón que dio el duende maligno al acabar con el imperio de Joaquín Hernández Galicia.
En el transcurso de ese tiempo, gracias a que administra y jinetea las cuotas de cerca de 200 mil trabajadores de la industria petrolera del país, Romero Deschamps se ha vuelto asquerosamente millonario.
Hoy por hoy nuestro cacique obrero se habla de tú y se lleva de patadita en el trasero con los más grandes jeques árabes.
Desayuna con potentados, come con archimillonarios y cena con la realeza de cualquier parte del mudno. Esa es su triste y monótona vida.
Creo que no sólo es El Diablo, sino un verdadero genio de las finanzas… qué digo genio, un magazo, un prestidigitador, porque con sólo su sueldo de trabajador sindicalizado le alcanza para dispararles la cuenta a sus cuatachos del Medio Oriente.
Romero Deschamps buscó ampararse a principios de esta Administración contra cualquier intento de acción penal, pero el recurso le fue denegado.
Ahora está en la cuerda floja y no creo que los emires y jeques saudíes metan un solo dedo a su favor.
Los delitos que se le imputan hasta ahora para mí que son la punta de un enorme iceberg: ¿Huachicoleo?¿Enriquecimiento ilícito?
Agréguele tráfico de influencias, delincuencia organizada, blanqueo de dinero, fraude electoral para prolongarse en la dirigencia nacional, imposiciónes y hasta asesinatos.
«El Diablo» Romero es eso y más.
Si en algún momento se dijo lo mismo de «La Quina», Romero superó al maestro y hoy por hoy ha logrado unificar a todos los ciudadanos bien nacidos en su contra.
Desde atrás, buscando limpiar la imagen sindical, viene María de Lourdes Díaz Cruz, Lula, en un intento por arrebatarle el poder al poderoso cacique.
No acostumbro criticar por criticar, pero con este sujeto de marras, como dice mi colega Lupe Ernesto, me da mucha muina.
No sólo se trata de «liberar» a los trabajadores petroleros, quienes se sienten muy a gusto con sus líderes, siempre y cuando no pierdan los fabulosos salarios y prestaciones que tienen, sino que el quebranto nos perjudica a todos los mexicanos.
Me dará mucho gusto si le dan 500 años de cárcel, si le quitan toda la riqueza acumulada durante los últimos 30 años, las mansiones, los yates y los autos de lujo, y al salir de prisión que le asignen un salario mínimo para que sienta cómo viven la mayoría de sus compatriotas.
Por lo pronto, aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «Mofletudo, rollizo y de ebúrneos glúteos, gran embrión de ovíparo el macho cabrío». (Cachetón, panzón y nalgón, huevón el cabrón).