Por Pegaso
De verdad, de verdad os digo: Cada vez me asombra más la ingenuidad humana. Ver cómo la gente se autoengaña a sí misma me da una gran tristeza, me provoca soponcios, teleles, patatuses, pruritos y ñáñaras.
Y más cuando, en una supuesta aplicación de principios científicos, pretenden demostrar que existen cosas tales como la magia o los milagros.
Abundan en Internet experimentos como el de los tres arroces, inventado por un japonés llamado Masaru Emoto.
Según su tesis, los sentimientos que nosotros proyectamos sobre otras personas u objetos provocan cambios físicos visibles.
Tómense tres frascos iguales. Póngase arroz cocido con un poco de agua en su interior, la misma cantidad en los tres y luego tápense.
Colóquese una etiqueta con la palabra odio en el primero, otra con la palabra amor en el segundo y nada en el tercero.
Durante un mes, diríjase al primero con expresiones negativas, al segundo con palabras positivas y amorosas y al tercero, ignórese.
En ese período de tiempo, se verá un cambio en cada uno de ellos, de acuerdo a las palabras que les hemos expresado. El del odio parecerá negro y maloliente, el del amor, casi no tendrá cambio, permaneciendo blanco y sin olores desagradables, y el tercero, el que ignoramos, presentará un tono amarillento.
Ví varios videos donde la gente hace el experimento y generalmente, los resultados son los descritos arriba.
Para tratar de explicar por qué sucede esto, aseguran que el poder de nuestros pensamientos es tan poderoso que puede influir en la materia, y por ello, cuando tenemos sentimientos positivos hacia una persona, ésta le llega a afectar, igual que cuando tenemos sentimientos negativos.
Y hasta llegan a decir que esto se debe a un efecto “cuántico”.
Con la inserción de esta palabra en su argumentación, consideran que está totalmente explicado el asunto.
Según ellos, podemos, con nuestro pensamiento, hacer que la luz se comporte como onda o como partícula. De ahí el resultado del “experimento” de los tres arroces.
Especialistas en Física desmitifican lo anterior.
En primer lugar, los efectos cuánticos sirven sólo para explicar fenómenos que ocurren a nivel subatómico.
De otra manera, dicen, pudiéramos atravesar paredes, hacernos invisibles o dividirnos en dos.
Hay quienes han hecho la misma prueba, no con uno, sino con diez recipientes llenos de arroz cocido, además de adoptar estrictas medidas de control y una verdadera metodología científica.
El resultado es decepcionante para los iluminados seguidores de Masaru Emoto, ya que estadísticamente los arroces negros y apestosos se distribuyeron por igual entre los que tuvieron la etiqueta con palabras positivas, las que fueron negativas y los frascos que fueron ignorados.
Desmitificado lo anterior, sigan mi pegasístico consejo: No se dejen llevar por las modas ni por afirmaciones que pretenden hacer creer en resultados mágicos o maravillosos.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “¡Te detesto con repulsión propia de individuos nacidos en el Estado de Veracruz!” (¡Te odio con odio jarocho!).