Por Pegaso
Durante las vacaciones que me tomé el año pasado con mi Pegasita en el paradisíaco puerto de Cancún, ahora inundado por el feo y maloliente sargazo, un turista de Argentina se nos acercó para preguntarnos qué significaban aquellas palabras tan extrañas para sus oidos.
«¡Órale!» fue la que más llamó su atención.
Lamento decir que no pude darle una explicación precisa del significado de esa palabreja. Lo más que hice fue comentarle que se trata de una expresión muy mexicana derivada de la palabra ahora, la cual denota a veces admiración, o en ocasiones es una forma de animar a otra u otras personas.
El turista se fue medio convencido y repitiendo: «¡Órale!¡Órale!»
Como esa, hay muchos otros accidentes linguüísticos dignos de analizarse y de comprenderse.
Por ejemplo, siempre me ha parecido chistosa la palabra «recórcholis».
Generalmente la usamos para externar sorpresa o estupefacción por algo imprevisto, que no necesariamente implica una situación negativa. Se usa más en los argumentos de las tiras cómicas.
En la vida real, nosotros podríamos usarla, por ejemplo, cuando el mesero nos hace llegar el recibo de consumo en un restaurant: «¡Recórcholis! ¿Pues qué fue lo que quebré?»
Otras expresiones de la misma especie son: ¡Cáspita!, ¡Zambomba! ¡Gulp! y muchas, muchas más.
Hago aquí un paréntesis para hacer notar que tales dicciones hace mucho que dejaron de usarse. Con el avance de las nuevas tecnologías de información, aquellas simpaticas revistas de monitos que abundaban en tales interjecciones fueron desapareciendo de los anaqueles.
Recuerdo que Batman y Robin, cuando golpeaban villanos, el dibujante colocaba algunas honomatopeyas como «¡Cuás!¡Zas!¡Pum!» encerradas en un globo de puntas. El globo normal era de forma esférica o elipsoidal. El de puntas se colocaba para significar sonidos más fuertes.
No me pregunten la etimología de esas palabras, porque no la sé.
Pero aún cuando están en desuso, forman parte de nuestra idiosincracia.
Pude verme en aprietos ante aquel turista argentino si hubiésemos proferido mi Pegasita y yo alguna de esas raras alocuciones.
Tan difícil resulta tratar de definir un significado, que incluso especialistas en el lenguaje no se ponen de acuerdo.
«Recórcholis: Interjección que expresa una impresión súbita o un sentimiento profundo, como asombro, dolor, molestia, etc. Sirve para apelar al interlocutor o como fórmula de saludo, despedida, conformidad, etc.»,-señala una enciclopedia.
Como soy muy curioso, me eché un chapuzón en Internet para buscar el significado de otras expresiones similares: ¡Zambomba! Es un instrumento de fricción español parecido a una jarra; de ahí algunos lo tomaron para convertirlo en una expresión de sorpresa.
«¡Gulp!», por su parte, es una honomatopeya. Cuando uno va a enfrentar una situación difícil, traga saliva y dice: «¡Gulp!»
En la evolución constante del lenguaje, se van perdiendo vocablos por falta de uso, pero son sustituidos por otras palabras igualmente ininteligibles, pero que a final de cuentas tienen el mismo significado, la misma función.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que dice: «¡Procedan a despejarla, puesto que transporta proyectil!» (¡Abranla, que lleva bala!)