Por Pegaso
Andaba yo volando por los tibios y húmedos cielos de Reynosa, pensando en lo efímera que puede ser la fama, sobre todo en los tiempos de las redes sociales, cuando un mensaje o una idea puede extenderse rápidamente y llegar hasta los sitios menos imaginables.
Pero para mí que hay dos clases de fama: La permanente, que representa un reconocimiento púbico para el trabajo que se realiza durante mucho tiempo y la efímera, producto de una moda chocarrera.
En el primer caso puedo mencionar al recién fallecido Alberto Cortez o a actores de la talla de Pedro Infante, Cantinflas o Charlie Chaplin, por citar algunos nombres.
En el segundo caso, en el de la fama efímera, tenemos a la quinceañera Rubí, a Yalitza Aparicio o a las miles de ladies y lores que han saturado el espacio virtual.
La fama es esquiva, pero muy deseable por la mayoría.
Se puede ver en la televisión o en las propias redes sociales cómo hay individuos, la gran mayoría jóvenes, que hacen cosas loquísimas para obtener una pequeña cuota de fama.
Hay quienes hacen equilibrio en la azotea de un rascacielos con los ojos vendados o quienes se someten a nuevos y peligrosos retos, como el más reciente llamado «fire change».
El «fire change» consiste en rociarse el pecho con alcohol o gel inflamable y prenderse fuego antes de correr a la ducha o a la alberca para apagarlo.
Aparte de esa absurda manera de propiciarse una fama efímera, hay un rosario de retos que hacen furor entre los «maduros» y «valientes» jóvenes que aceptan llevarlos a cabo, como el «knock out», el «legado de tribu», «nekNomination», «balconing» y muchos, muchos divertidos y jocosos juegos más que pueden acabar con la vida del ejecutante o de sus víctimas.
Todo eso, para que sea válido, tiene que ser grabado y subido a las redes sociales.
Pero hay un tercer tipo de fama: La que pretende meterse a chaleco.
Programas hay en las empresas de televisión alrededor del mundo que realizan reality shows de todo tipo, desde concursos de cocina hasta casting de canto, baile, magia y lo que sea, con tal de ofrecer la posibilidad a Juan de los Palotes de ser famoso.
Algunos lo han logrado, como Yahir o Yuridia, pero el 99% se han quedado en intentos.
La fama es difícil de agarrar y más difícil de sostener, pero una vez que se tiene, proporciona grandes dividendos, aunque también enormes peligros.
Muchos famosos caen en el exceso de las drogas o el alcohol. Hay innumerables ejemplos de personajes que han caído en desgracia por no saber manejar la fama, como O.J. Simpson, el jugador estrella de futbol americano que fue acusado por el asesinato de su esposa.
Por eso ahora los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice así: «Genera reconocimiento público y procede a entrar en etapa de vigilia».(Crea fama y échate a dormir).