Por Pegaso
No os confundáis, féminas.
Las mujeres no andan en busca del empoderamiento.
Las mujeres siempre han tenido el poder, aunque no lo sepan.
Lo que pasa es que la sociedad las ha llevado a boicotearse a sí mismas y se han encasillado en el papel de madres y amas de casa.
Sin embargo, de unos años a la fecha, han salido a las calles, han enseñado las chiches y las lonjas, han pintarrajeado monumentos, han gritado consignas con palabras altisonantes, han lanzado bombas molotov y han satanizado al pene como la causa de todas sus desgracias.
No es el hombre el que las viola o el que las mata, sino el violador y el asesino.
Eso quiere decir que no se puede generalizar, porque no todos discriminan, acosan y violentan a las mujeres.
No todo es blanco y negro ni podemos tener una forma de pensar maniquea.
En medio de todo eso hay una infinidad de matices, y mientras que por un lado hay individuos que no reparan en considerar a las féminas como objetos, por el lado opuesto hay quienes acostumbran llevarles flores, abrirles la puerta del coche, amarlas, mostrarles ternura y cariño.
Yo considero que hay tres tipos de feminismo, a saber.
-La mujer femenina: Es la que gusta de arreglarse y verse bien, la que respeta a su familia, la que quiere a sus hijos, la que es buena ciudadana, la que no necesita agredir para sentirse importante.
-La mujer feminista: Es la que defiende sus derechos con cordura, la que puede vestir con pantalones de mezclilla, la que participa en política persiguiendo la igualdad de género y la que aporta ideas para que exista una sociedad más justa.
-La mujer ultrafeminista: La que enseña chiches y lonjas, la que pintarrajea monumentos, la que lanza bombas molotov, la que grita majaderías y la que sataniza al pene.
Ayer, al terminar la conferencia de prensa con diputadas federales del PAN, le hice la observación a una de ellas acerca de que en países del Medio Oriente las féminas ni siquiera pueden salir a la calle si no las acompaña un varón de la familia, ni tampoco pueden mostrar la cara y tienen que usar vestidos tan largos que ni siquiera los juanetes se les ven.
Me contestó que allá la cosa está del cocol, pero más aún lo está en algunos países de África, donde la ablación (cortar el clítoris de las adolescentes) es una práctica común.
Y agregó que aquí, en México, tampoco curtimos malas vaquetas, ya que en Estados del sur como Oaxaca, Chiapas y Guerrero, aún se venden las niñas y las mujeres son casi casi esclavas de los hombres.
Momentos después, al ver que la Directora del Instituto Municipal de la Mujer, María Elena Tavarez Saldaña se quejaba por la caminata de varias cuadras que tuvo que hacer llevando unos elevados tacones, le pregunté a la malagueña a otra de las diputadas federales:
-Oiga, ¿usted usa tacones?
Naturalmente, me contestó que sí.
Y entonces le hice la observación: “Bueno, los zapatos de tacón se crearon para agradar a los hombres”.
Y en verdad. Se trata de instrumentos de tortura que la mujer ha adaptado con resignación con tal de verse más espigadita y poder atrapar a un mejor partido.
Si hablamos de la forma en que muchas veces se engañan ellas mismas y son víctimas de la doble moral, tendré que darle la razón al gurú Mukti Atmán Budha Salazar, cuando dice que cada vez hay más jóvenes que buscan un “sugar daddy”, es decir, un viejón que las mantenga a cambio de favores sexuales, o cuando dice que el matrimonio por conveniencia es una prostitución light.
Yo diría, además, que cuando un hombre dice un cumplido a una mujer, mucho depende si es guapo o feo. Si es guapo, se sonrojan y hasta le avientan la pantaleta, pero si es más feo que Danny Trejo, le enseñan los dientes como perro chato (con perdón de los perros chatos), le atizan sonora bofetada, o lo exhiben en las redes sociales como acosador.
Pero esas mismas ultrafeministas, cuando están en el antro fajando con sus galanes, escuchan con deleite las obscenas palabras de los cantantes de reggeton, y no se cohíben cuando se lanzan a la pista a perrear.
¿Qué si la violencia de género y los feminicidios son un problema grave? Por supuesto que sí. Cualquier muerte lo es. Cualquier agresión, sea a hombre o mujer, es totalmente reprobable y se debe perseguir sin importar el género de la víctima.
Lo que no podemos permitir es que se continúe dividiendo al país con posturas radicales.
Sigo pensando que los más hermoso de la mujer es su candor, su inocencia.
Vestirse provocativamente en la vía pública es dar un mensaje equivocado al sexo opuesto: “Estoy en celo”, como lo hacen las hembras de bonobo, las del león, las aves y todas las criaturas que hay en la naturaleza. Le hembra de mandril, cuando está en celo, suele mostrar su rojo y abultado trasero al macho y es entonces cuando éste puede iniciar la cópula.
A pesar de que vivimos en sociedad, los convencionalismos no han logrado eliminar los instintos naturales de miles de años del animal cuyo nombre científico es Homo sapiens.
Con estas reflexiones, los dejo con el refrán misógino estilo Pegaso: “A la fémina ni la totalidad del apego emocional ni el cien por ciento de los recursos monetarios”. (A la mujer ni todo el amor ni todo el dinero).