Por Pegaso
Después de mi vuelo matutino me enteré que durante el sábado centenares de personas de elevado nivel socioeconómico participaron en lo que tal vez sea la primera manifestación pública de “fifís” en la historia del País.
Sí. En Tampico, en Monterrey y en otras ciudades tomaron la calle los más prominentes hombres de empresa, guiados por un estoico sentimiento de justicia.
Iban a bordo de sus humildes vehículos, a vuelta de rueda, tocando el claxon y con cartulinas de colores en las ventanas, exigiendo la renuncia del Pejidente.
Mercedes Benz, Jeeps, Audsi, Rolls Royces, BMWs y otras marcas exclusivas recorrieron las calles para dar el mensaje a la población de que no están contentos con la forma en que se maneja la Nación.
Lástima que en Reynosa nadie se animó a sumarse a la manifestación llamada FRENAA (Frente Nacional Anti ALMO).
De haberlo hecho, se habrían convertido también en el hazmerreír de los mexicanos que sí tenemos algunas neuronas activas en el cerebro y que nos gusta ser de pensamiento independiente.
¿Qué mensaje dejaron los “fifís” al participar en la ridícula caravana a bordo de autos que cuestan más de un millón de pesos?
Obviamente, que son los grandes empresarios y magnates los que no quieren a nuestro amado Tlatoani al frente de la República, porque afecta sus intereses económicos y políticos.
Uno de ellos escribió en las redes sociales: “¿A poco sólo los pobres tienen derecho de protestar?”
Y en otro mensaje que vi en Facebook, otro sujeto razonaba más o menos así: “Los que nos critican por los carros lujosos ya quisieran tenerlos. Pero para tener uno de estos hay que trabajar muy duro, porque cuestan mucho dinero”.
Si me hubiesen consultado antes de hacer su aracles, yo les hubiera dado algunos salutíferos consejos:
-No la chinguen, no salgan a protestar a bordo de sus limousinas.
-Cómprense un tsurito o un vochito viejo, pídanles prestados algunos tiliches a sus mayordomos y fámulas, quítense la ropa de marca exclusiva y quédense unos días sin bañar, para que su papel sea creíble.
-Dio pena ajena que apenas participaron unos cuantos cientos de personas. Con la lana que tienen, bien pudieron pagarles a miles de acarreados para que abordaran sus carcachitas o carretones y se lanzaran a la vía pública para exigir el cese del Pejidente. Hubieran tenido más impacto.
O tal vez lo que no quieren es pagar impuestos.
Si es así, mejor les recomiendo que donen sus fortunas a la caridad, váyanse a una casa del INFONAVIT y trabajen en una empresa maquiladora a cambio de un miserable salario.
Sólo así dejarán de pagar impuestos, ya que en México y en todos los países del Mundo, el espíritu de los gravámenes es que paga más el que gana más.
Por otra parte, mi amigo El Pichón aportó su granito de arena al afirmar que todos los grandes movimientos sociales los han iniciado las clases acomodadas, como ocurrió en la guerra de Independencia, donde los criollos detonaron la inconformidad social.
La raza jodida sólo se alborotó cuando estaban seguros que serían respaldados por los ricachones.
Pero no. Contra la tesis de El Pajarraco le tengo una antítesis: Son los filósofos los que inician los movimientos sociales de cambio, llamados revoluciones, ya que los actos primero se piensan y luego se realizan.
La Revolución Mexicana fue sólo una réplica de la Francesa, inspirada en las ideas de Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Robespierre y Diderot.
Por lo pronto, digieran este profundo pensamiento existencialista que a la letra dice: “Incluso los individuos de sobrada solvencia económica vierten humores lacrimales”. (Los ricos también lloran).