Por Pegaso
Andaba yo volando allá, por el gélido cielo de Reynosa, donde la temperatura alcanza los seis o siete grados centígrados y el frío me entume las alitas.
Hasta ahora el invierno había sido benévolo con los habitantes de esta zona geográfica del país.
Aunque ya llevamos 26 frentes fríos, ninguno ha bajado de tres grados, ni mucho menos, ha caído nieve, como aquella Navidad blanca del 2004 o la del 8 de diciembre del 2017.
Aunque aún queda un buen tramo por recorrer, puesto que el Servicio Meteorológico Nacional tiene previstos 56 sistemas frontales.
Es en el mes de enero y principios de febrero cuando el clima acostumbra ser más inclemente por estos lugares.
Y aunque yo nací en la Capirucha, donde el clima es más fresco que templado, no me acostumbro a andar con una chamarrota, una pedorrera, calcetines dobles, la bunfanda enredada al pescuezo y moqueando como chaval.
No. Definitivamente, yo no estoy hecho para el frío.
Cuando uno entra a bañarse temprano, como que le piensa mucho antes de abrir la llave del agua caliente, porque el primer chorro siempre sale frío.
Y de pronto, ¡chíngale! se acabó el gas. Y ni modo, a calentar el agua con el horno de microondas.
Ya conozco a mi organismo y sé que en tiempo de frío, nada más entrando, enfermo de la garganta.
Pero no se asusten, que eso pasa normalmente.
Lo extraño es que en esta temporada no lo he padecido, o no con la intensidad de años anteriores, cuando aún no sabíamos ni madres del pinche coronavirus.
A mí se me hace que por el uso del cubrebocas el contacto de los gérmenes con nuestras mucosas disminuye, las cargas virales son menores y nuestro sistema inmune neutraliza a los pocos que se logran colar.
Ahora, en el año I D.C. (Después del Coronavirus), ya nada es igual que antes.
Ahora tenemos que cuidarnos hasta la exageración. MI amiga Rosalía, por ejemplo, ya agarró la costumbre de llevar, -en las pocas ocasiones que sale de su casa- una botellita atomizadora con alcohole de 96 grados. Con ella rocía todas las superficies que va a utilizar y hasta a sus compañeros bautiza. Nomás falta que les aviente un cerillito para completar su obra.
Pero no. Ella dice que es mejor exagerar, a volver a caer nuevamente víctima del COVID.
“Aunque me digan exagerada”,-dice entre risas.
De cualquier manera, el virus ha demostrado que el clima no es un factor para su transmisión de un ser humano a otro.
Ya vimos que se multiplicó en primavera, verano y otoño, cuando hacía mucho calor, y ahora el frío parece no detener su transmisión.
Allá por marzo, en un evento con la Alcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz, le pregunté si la entonces novedosa enfermedad era estacional. Porque si lo era, podríamos esperar que durante el invierno fueran muchos menos casos que en verano.
Por desgracia, no tiene un comportamiento estacional.
En el mes de diciembre, a pesar de la amenaza de la enfermedad, millones de personas se lanzaron a los centros comerciales a comprar sus artículos navideños y tuvieron reuniones sin protección.
Actualmente estamos viviendo la “ola” de la Navidad, en cuanto a la incidencia de COVID-19.
Me atrevo a anticipar que en unos pocos días más empezará a recular para volver a niveles controlables.
Y aquí termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Mejora tus condiciones de salud, mejora tus condiciones de salud, pequeño apéndice caudal de batracio”. (Sana, sana, colita de rana).