Por Pegaso
(Edición sabatina)
¿No se los dije? Hasta parece que soy adivino, cada cosa salió dibujada…
¡A un lado, charlatanes!¡Fuera, Mahoni Vidente!¡Sus, Nostradamus!¡Largo, Madame Blavadsky!¡Vade retro, Baba Vanga!¡Largo, Brujo Mayor!
Sin tener poderes de pitoniso, augur, nigromante, oraculero, vate o profeta, meses atrás, cuando el uso de cubre bocas no era generalizado, anticipé que pronto se convertiría en una moda, pero también que vendría la industria del glamour para descubrir que la mascarilla es una prenda que puede darnos personalidad y sofisticación.
Ya se anuncian en la tele las marcas de diseñador, y en horario estelar, donde el segundo cuesta cientos de miles de pesos.
“Máscara Elite, moda y seguridad”,-dice el eslogan de una de ellas, que tiene una sensacional promoción de 3 por una, al módico precio de 3,300 pesos.
¡Pero espere! Por introducción usted pagará solamente 2 mil devaluados varos.
“La perfecta combinación de la Válvula Newman y el Neopreno Extreme te hace respirar permanentemente aire nuevo y limpio, esto no lo hacen las máscaras normales, las otras mascarillas no dejan respirar o hacen que respires tu propio dióxido de carbono lo cual es altamente peligroso para tu salud, con la Máscara Elite respirarán 100% de aire limpio y puro”,-se lee en la página oficial del producto, disarrollado en Inglaterra por diseñadores reconocidos.
En otra página promocional dice: “Máscara Elite, la máscara de la realeza”.
Agrega: “Si las bolsas y corbatas de diseñadores son objeto de deseo y la ambición de todos los que quieren “algo más” para ser sofisticados y diferentes, este “glamour” no tardaría en llegar al nuevo e imperativo objeto de vestuario; las máscaras faciales”.
El uso de la mascarilla Elite te garantiza que podrás codearte con la realeza, llevarte de a patadita en el culo con el príncipe Harry y la reina Sofía; se puede adquirir prestigio, elegancia, confort y estatus con sólo adquirir este objeto y colocarlo en tu cara.
Ya me imagino al peladito de barrio que pudo reunir los 3 mil pesos para comprarse una mascarilla Elite, llegar al Palacio de Buckingham y saludar a la Reina Isabel de Inglaterra durante una gala de gran lujo: “¡Ton´s qué, mi Chabe!¡Qué jáis, pa´mi maíz!¿Dónde la rolas?¿Qué tripas, mi valedora?”
Junto a quienes usan este accesorio, los que nos ponemos cubre boca común y corriente del Hombre Araña, de Bob Esponja o de las Chicas Superpoderosas, nos vemos más ridículos que ALMO en sus mañaneras diciendo que el coronavirus ya nos peló los dientes y que la recuperación económica del País ya empezó.
Será el sereno, pero yo no voy a gastar una fortuna, que mucha falta me hace para comprar el mandado de la casa, en una pinche mascarilla que solo sirve para presumir.
Así que, ya lo saben. Sin tener poderes extrasensoriales o facultades de psíquico, yo, Pegaso, anticipé con mucho tiempo lo que está ocurriendo ahora con los cubre bocas fashion.
No me pregunten cómo le hago. Sólo analizo lo que veo ahora y lo proyecto al futuro.
Ni chiste tiene.
Pero entonces, ¿qué sigue ahora?
El coronavirus llegó para quedarse. Pero en uno o dos años más, ya con una vacuna y un tratamiento efectivo, pasará lo mismo que con el VIH. Nos acostumbraremos a él.
Sólo que en lugar de usar la máscara en el pizarrín, será en la boca y la nariz.
Concluyo este Trazado de Arquitectura con el inefable refrán estilo Pegaso: “Es factible adecuarse a la totalidad de las circunstancias, excepto a suspender la ingesta de nutrientes”. (A todo se acostumbra uno, menos a no comer).