Por Pegaso
Volando por el nuboso cielo de Reynosa me doy cuenta que la población continúa bajo una constante zozobra por los diarios enfrentamientos violentos entre bandas rivales del crimen organizado.
Platicando ayer con mi colega Vicente De Anda, la popular «Cotorra», me decía: «Mira, Pegaso: Ha habido situaciones de riesgo durante los últimos días en diferentes partes de la ciudad».
Y así lo confirman las redes sociales mediante comentarios de los usuarios.
Por ejemplo, la activista política Enriqueta Santana subió a su cuenta de Facebook que circulaba muy quitada de la pena por una avenida del sur de la ciudad, cuando advirtió que de un vehículo que venía a exceso de velocidad le pitaban insistentemente, y uno de los tripulantes le dijo: «¡Quítate al miembro viril!» (Nota de la redacción: No creo que los mencionados individuos hayan sido tan educados; debieron utilizar otro término para referirse a esa parte de la anatomía masculina).
Total. Yo le hice el comentario a Vicente de que los grupos rivales que se disputan la plaza de Reynosa debían dirimir sus diferencias en despoblado, entre mezquites y huizaches, tal como lo hacen los que practican el gotcha.
Para quienes no lo saben, el gotcha es un divertido y muy didáctico juego donde los participantes despliegan sus habilidades tácticas. Para ello utilizan armas muy similares a las reales que disparan bolas de pintura. Para protegerse se colocan petos de kevlar y cascos del mismo material. Generalmente se practica en instalaciones adecuadas o en alguna área boscosa.
Limar sus asperezas en un lugar llano tiene sus ventajas: Número uno, se evitan daños colaterales a la población; número dos, la actividad comercial y laboral continúa de manera normal; y número tres, ya no habrá ese miedo constante de las personas que van a recoger a sus niños a la escuela, que asisten al cine o van a surtir el mandado.
Hasta ahora todavía es frecuente ver en las calles vehículos repletos de hombres armados hasta los dientes.
El pasado lunes por la noche alguien subió a las redes un comentario sobre un fuerte contingente de individuos que se estaban pertrechando allá, cerca del parquecito de beisbol del boulevard Las Fuentes, dispuestos a partirse la mandarina en gajos con sus rivales.
Que dos grupos oponentes se pongan de acuerdo y decidan enfrentarse en despoblado no es algo nuevo.
Lo hacían los aztecas, los tlaxcaltecas, tepoztecas y todas las tribus que habitaban el Valle de México.
Los aztecas eran un pueblo guerrero que sometió a todos sus vecinos, menos a los testarudos tlaxcaltecas.
Sin embargo, en tiempos de paz concertaban batallas donde podían conseguir prisioneros que después eran sacrificados en honor a su dios Huitzilopochtli.
Fue un Mujer Serpiente (consejero real) llamado Tlacaelel quien instauró ese tipo de conflicto fingido y lo llamó «guerra florida».
Tlacaelel fue Mujer Serpiente de grandes tlatoanis mexicas, como Moctezuma Iluicamina, Axayácatl y Ahuizótl, pero en realidad era el poder tras el trono, más o menos como ocurre actualmente en el país, donde Carlos Salinas funge como Mujer Serpiente de Peña Nieto.
Al igual que sucede con el gotcha, si se van a balacear al monte existe una ventaja adicional: Podrán contabilizar cómodamente sus bajas. La única y sutil diferencia es que en este caso no se trata de bolitas de pintura, sino de balas reales.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «El aborigen carece de culpabilidad, no así quien lo exhorta a contraer una relación de compadrazgo». (No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre).