Por Pegaso
¡Ya salió el peine! Resulta que Juan Gabriel no era ella, sino él.
Andaba yo volando allá, cerca de un centro comercial y me introduje al mismo buscando unas herraduras nuevas porque las que traigo ya me hacen juanetes y batallo para trotar.
Al momento de formarme en la fila vi la portada de una revista del corazón donde aparecía la rubicunda figura del fallecido divo de la voz tipluda, con un escandaloso encabezado: “Le sale otro hijo a Juan Gabriel”.
La misma publicación subrayaba que con éste ya son como trece o catorce los descendientes directos del popular Juanga.
¡Ahora resulta que el chimengüenchón artista no era joto, sino un redomado garañón!
Ya sea que haya metido el pizarrín o que haya donado su esperma, yo no alcanzo a explicarme cómo hay mujeres que se interesaban por tener descendencia de Juangarañón.
Para empezar, aunque en su lejana juventud pudo ser algo agraciado, con el paso del tiempo terminó convertido en una bola de billar, con decenas de cirugías plásticas que le deformaron el rostro y daban más risa que lástima.
Quizá pensaron que sus retoños iban a salir con la voz y el talento del cantautor, pero eso no es completamente seguro.
Recordemos la famosa anécdota que refiere la vez en que se vieron personalmente el reconocido científico Albert Einstein y la no menos famosa cantante Marilyn Monroe.
Ella le dice a él: “Profesor, ¡imagínese cómo serían nuestros hijos! Con mi belleza y su inteligencia”.
A lo que el físico le respondió: “Mejor no hacemos la prueba porque, ¿qué tal si salen con su inteligencia y mi belleza?”
Volviendo al tema, lo peor del asunto es que ahora cada uno de los hijos reclama parte de la herencia, o más bien, las mujeres que dicen tener un hijo de Juanga lo hacen a nombre de ellos.
Divos hay que fueron unos verdaderos don juanes.
Ahí tienen el caso del pintor José Luis Cuevas. Su viuda estaba ayer en el velorio cuando llegaron las hijas de su anterior matrimonio. Una de éstas, resentida, le arroja a la enlutada una flor que traía en la mano y ésta, a su vez, se da la vuelta desdeñosamente.
Cada artista de fama deja tras de sí una leyenda. Leyenda que incluye el reclamo de varias mujeres que aseguran haber pasado un rato de solaz con el artista y engendrado un hijo, el que después es utilizado como pretexto para bajarle una buena cantidad de billetes o reclamar cuantiosa herencia cuando llega a fallecer.
Tal es el caso de Pedro Infante, o de Cantinflas, o de Joan Sebastian, por poner algunos ejemplos.
Todo eso surge de la facilidad con que las damitas caen rendidas ante el fulgor de la fama de alguna estrella de moda, no importa que esté más feo que un coche por abajo.
Vean el caso de Verónica Castro, quien por la ambición de triunfar en la farándula se metió con el Loco Valdés y tuvieron un “gallito feliz”.
El mismo Joan Sebastian, sujeto cacarizo, narizón, flaco esmirriado y feo a morir, tuvo en su cama a la que fue considerada en su tiempo la más hermosa de las mujeres: Maribel Guardia.
Leía en otra revista de chismes hace unos dos años, antes de morir el cantante, que dos chiquillas de diecisiete y dieciocho años se habían ido a vivir a su mansión de Juliantla ¡para entregarle su virginidad!
Para fortuna de las alocadas ninfas, su padre se opuso rotundamente y las regresó a su casa a cintarazos.
Joan Sebastian ya se relamía los bigotes pensando cómo le entraría a aquella difícil tarea.
El caso de Juangarañón nos enseña que no todo es lo que parece, que tal vez se hacía pasar por maricón para distantear al enemigo, como dicen en mi rancho.
Haiga sido como haiga sido, el autor del “Noa Noa” continúa dando de qué hablar. No hay que descartar que le salgan más hijos aún después de muerto, como ocurre con otro que no curtía malas vaquetas, Michael Jackson.
Por hoy termino mi colaboración. Los dejo con el refrán mexicano al estilo Pegaso: “¡Por consecuencia, en la parte superior la ciudad de Chihuahua que lleva el nombre del Benemérico de las Américas!” (¡Y arriba Juárez!).