Por Pegaso
Quedéme perplejo, anonadado, patidifuso.
Ayer, luego de mi vuelo vespertino, me puse a revisar las redes sociales y me encontré con una noticia que no podía creer: Un árabe que voló hasta una alejada comunidad de Perú, atraído por la imagen viral de un chamaco de 11 años que hacía su tarea bajo la luz de una lámpara, en plena banqueta, porque su madre no tiene dinero para pagar el servicio.
No me asombró tanto ver al chaval recostado en la acera, sino la acción del árabe, un empresario de 31 años que voló en su avión privado por medio mundo para ir a abrazarlo, salir en la foto con una lágrima de cocodrilo y anunciar que le construiría una nueva casa.
Víctor Martín Angulo se llama el puberto y Yaqoob Yusuf Ahmed Mubarak, el magnate árabe.
Lo que podría ser constructivo ejemplo de un exitoso hombre de negocios conmovido por la situación de una familia tercermundista, puede ser también lo contrario, es decir, sólo un ardid para lograr un propósito publicitario o de imagen.
Recordemos que los árabes venderían hasta a su madre a cambio de la más mínima ganancia.
Luego, entonces, me hace ruido pensar que un sujeto barbón, de pelo corto, traje Armani, lentes con armazón de oro y zapatos Ferragamo se haya gastado varios miles de dólares nomás porque se conmovió al ver una foto en las redes sociales.
Pudo sólo haberle mandado un cheque y ya.
Como Víctor Martín, hay miles de niños en países de América Latina, de África y de aquí, de México.
Mubarak debería echarse una vueltecita por las colonias 10 de Mayo y La Nopalera de Reynosa nomás para que se de un quemón.
Ahí cerca, en el basurero Las Calabazas, niños de cinco o seis años buscando entre la basura algo de aluminio qué vender y ayudar a sus empobrecidos y enfermos padres.
En el otro extremo de la línea, jeques árabes que viven como reyes, gastando miles de dólares tan sólo en una cena donde no falta el caviar, las trufas y el foi grasse, con vinos Chianti, en los más lujosos restaurantes de Dubai, Tokio o Las Vegas.
Esa misma asimetría ocurre en México.
Más del 80% de los mexicanos viven en la chilla, en la inopia, en la pobreza más exasperante, en tanto que la clase política y los grandes empresarios se ganan millones sólo por estar sentados peyendo la silla todo el día. (Nota de la Redacción: Hicimos una exhaustiva búsqueda del verbo peyer, tanto en el Real Diccionario de la Lengua Española como en la Wikipedia, sin ningún resultado. Siento decirlo, Pegaso, pero esa palabra sólo existe en tu calenturienta imaginación. Pienso que quisiste decir: «Echándose pedos en la silla». La expresión correcta, por consiguiente, sería: «y los grandes empresarios se ganan millones sólo por estar sentados echándose pedos en la silla todo el día».
Quéndese mis dos o tres lectores con el aforismo bíblico estilo Pegaso que dice: «Resulta más sencillo que un mamífero artiodáctilo de la especie Camelidae trasponga la abertura de un instrumento para enhilar, a que un magnate ingrese al paraíso». (Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja a que un rico entre al cielo).