Por Pegaso
No me lo crean a mí, pero pienso que la gran mayoría de los contribuyentes del país están verdaderamente asustados, quizá como nunca, ante lo que perciben como una cacería de brujas por parte del SAT, o como me dijo un amigo, terrorismo fiscal.
Ya no tenemos que cuidarnos tanto de los narcos que secuestran, mutilan y descabezan, ni de los policías y soldados abusivos. Ahora tendremos que andar con pies de plomo porque ahí estará el SAT, a la vuelta de la esquina amenazando con confiscarnos todo lo que tenemos y dejarnos encuerados sólo porque dejamos de pagar diez pesos.
Para no estar en la mira de tan poderosa y temible organización, a la cual de aquí en adelante llamaré “El Cártel Fiscal”, debemos ser especialistas en contabilidad, aparte de desempeñar nuestra chamba ordinaria.
Yo, Pegaso, por ejemplo, tengo una remuneración como periodista y pago al fisco una cantidad exageradamente alta de impuestos, pero además, tengo que pagar a un contador, o bien, convertirme en tal para no caer en errores involuntarios que me puedan llevar a la cárcel.
¡Sí! A la cárcel, porque ahora, para Hacienda, todos los pagaimpuestos somos criminales hasta no demostrar lo contrario.
Con la malhadada Ley de Extinción de Dominio, el SAT puede iniciar un proceso penal en mi contra, llevarme a prisión y luego quitarme mis propiedades. Y si a final de cuentas me pongo al corriente y logro pagar el monto del adeudo, más la multota que me pongan, no me regresan el bien, sino que me dan lo que ellos consideran el equivalente al precio de venta.
Hace muchos años hubo un eslogan que repetían hasta el cansancio las estaciones de radio y televisión: “Cumple con Lolita para que no te encuentres con Dolores”.
Pero la Lolita de antes, es decir, Hacienda, era un niño de pecho en comparación con el monstruo voraz que nos acecha a todos los mexicanos, grandes empresarios, medianos, pequeños, personas físicas o morales.
Qué bien le queda ahora el nombre SAT a este sistema tributario. Me suena como a Satanás, y para muchos, muchos, creo que eso es lo que se les ha aparecido, porque no se la acaban.
Viendo un programa de chismes me enteré que hay muchos artistas que han sido ganchados por el SAT, a quienes les han quitado hasta los calzones, después de una vida de lucha para obtener una posición económica holgada.
No digo que no se cobren impuestos, porque a final de cuentas es nuestra obligación, y en eso se basa el pacto que tenemos con el Gobierno. Nosotros pagamos impuestos para mantenerlo y él nos proporciona seguridad, calles limpias, agua potable y otros muchos servicios.
Pero resulta que el Gobierno no está cumpliendo con sus obligaciones. Y estamos como aquel que decía: “Hago como que trabajo porque tú haces como que me pagas”. O lo que es lo mismo, hay evasión fiscal porque el Gobierno no cumple con sus obligaciones.
Así que, mientras las grandes empresas se beneficiaron con la condonación de miles de millones de pesos de impuestos y aún se siguen beneficiando, porque hay vericuetos legales que permiten la evasión, la raza de abajo tiene que chingarse y especializarse en contaduría, o si no, como Caperucita Roja, estarse cuidando del lobo a cada paso que da en el bosque.
Ahora que no solamente el SAT, sino también los gobiernos estatales, gracias al absurdo Convenio de Colaboración Administrativa en Materia Fiscal Federal están tras los huesitos de los causantes incumplidos.
Si por alguna razón, por ignorancia o por un gasto inesperado no pudieron pagar sus impuestos, las oficinas fiscales mandan un amable recordatorio como medida coercitiva para que pasen a cumplir con sus obligaciones tributarias.
Y por ese “favorcito” aplican un cobro de varios cientos de devaluados pesos, que se tienen que pagar porque si no, no podrán realizar los trámites de placas y licencias vehiculares.
Y no valen ruegos ni lágrimas con Lolita. O pagas, o a la cárcel.
Con ese socio para qué quiero enemigos.
Va el refrán estilo Pegaso: “Cuando la hembra del mamífero denominado Canis familiaris es indómita, inclusive a los de la vivienda agrede”. (De que la perra es brava, hasta a los de casa muerde).