Por Pegaso
Andaba yo volando allá, por el margen del río Bravo para checar si ya andan por ahí los bizarros elementos de la Guardia Nacional gringa, atrincherándose para recibir con plomo a la chusma centroamericana que amenaza su hedonista estilo de vida.
Mientras tanto, los espacios noticiosos hacen alarde de una cobertura total, de cada metro que la caravana avanza en territorio nacional, decidida a todo.
A su paso por la frontera sur ocurrieron algunos incidentes donde incluso policías resultaron heridos. A lo largo de la caminata de miles de ciudadanos hundureños y guatemaltecos por el mexicano Estado de Chiapas, se han suscitado incidentes, como robos a casa habitación y asaltos.
Como respuesta, el mexicano promedio inunda las redes sociales con protestas y exclamaciones xenofóbicas.
Algunos ponen a los indígenas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca, al mismo nivel de marginación y pobreza que los centroamericanos y se preguntan: ¿Por qué ofrecerles trabajo a los extranjeros mientras que los nuestros carecen de él?
En una plática que mis castos oídos escucharon ayer decía alguien que el mexicano es el ser más malinchista que hay en el mundo.
Nos quejamos frecuentemente del trato que los norteamericanos dan a nuestros connacionales cuando cruzan la línea divisoria en busca del sueño americano, pero no nos damos cuenta del trato discriminatorio que nosotros mismos damos a quienes consideramos de más bajo valor o categoría social.
Pongamos un ejemplo. Durante décadas hemos escuchado decir a los reynosenses nacidos en esta tierra que los veracruzanos están feos, que son flojos, que son sucios y desordenados. Es más, hasta los llaman «veracruchangos».
Tenemos una colonia que se llama Jarachina, pero despectivamente le dicen «Jarochina», por la gran cantidad de familias que han emigrado de Veracruz en busca de trabajo y mejores condiciones de vida.
Ahora que los centroamericanos, tal vez ahuyentados por la violencia y la pobreza se han venido en bola rumbo al norte, en una ola que parece imparable, el mexicano promedio rechaza su presencia y se siente incómodo al tener que permitir su tránsito por territorio nacional.
Y digo que tal vez fueron expulsados por la pobreza y la violencia porque yer aventuré una hipótesis de trabajo donde el Gobierno de los Estados Unidos, apoyado en la CIA, creó este éxodo con fines electoreros.
Aclaro que se trata de una hipótesis, no de algo comprobado, pero quiero hacer patente el enorme parecido con lo que en su momento hizo el Tercer Reich al mando de Adolfo Hitler en Alemania: Le metió miedo a su gente para que sintieran odio hacia todo lo que oliera a judío.
El resultado fue el fortalecimiento del régimen nazi y el exterminio de millones de personas de origen israelí.
Decía yo que El Trompas es el Presidente con el nivel más bajo de aprobación por parte de los habitantes de su país y el movimiento migrante le cae de perlas, porque el norteamericano promedio tiene miedo de perder su estilo de vida.
Bajo esta tesitura, parece una jugada maestra donde, si los centroamericanos son detenidos por el Gobierno de México, gana Trump, porque eso significaría que lo respetamos y obedecemos sus órdenes; y si logran llegar a la frontera y son detenidos por la Guardia Nacional, más mérito aún, porque sería como el salvador de su país y del sistema consumista del que gozan más de 200 millones de norteamericanos. Siendo así, la mesa está servida para la reelección.
A ver si los gringos alcanzan a ver el tipo de monstruo maquiavélico que eligieron hace poco más de un año y que pretende reelegirse para otros cuatro años más.
¡Ahhh! Y también sería la prueba más contundente de que sí se necesita el muro fronterizo, como en su momento también ocurrió en Alemania. El Cuarto Reich en acción.
Y aquí termino con una frase estilo Pegaso dedicada especialmente a El Trompas. Por ahí les encargo que si lo ven se la hagan llegar: «Give me a contact with your lips on my bottom!» (Kiss my ass!)