Por Pegaso
Ya no quiero hablar tanto de nuestro Pejidente, porque luego dicen que lo hago por consigna y eso es más falso que un billete de 13.50 pesos.
Lo que pasa es que constantemente está dando material para esta columna, verdaderas joyas que debemos aprovechar al cien por ciento para solaz y esparcimiento de nuestros fieles dos o tres lectores.
Yo pensé que Fox y Peña Nieto habían sido el súmum del ingenio mexicano, pero me equivoqué de manera contundente. Mea culpa.
Además, confieso que me cae bien ese loquito. Fue un buen candidato durante casi dos décadas, porque era un rebelde con causa, poseedor de una chispeante imaginación y un florido léxico.
Sin embargo, al llegar a la Presidencia todo cambió. Empezó por polarizar al país y ahora parece que está empeñado en demostrar cada uno de sus trastornos de personalidad, desde el inofensivo narcicismo hasta la peligrosa megalomanía.
El Pejecristo, como ahora se le llama, se comparó recientemente con el Mesías, al decir que prácticamente su labor es la misma: Trabajar por el pobre.
El término megalomanía se refiere a una condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipresencia y por una hinchada autoestima.
Empezó comparándose con Morelos, Hidalgo, Juárez y Cárdenas, luego quiso ser un Bolívar redivivo y ahora se equipara con Jesucristo, una de las figuras más importantes de la humanidad.
También hubo un momento en que quiso ser Robin Hood, quitando a los ricos para dar a los pobres.
Pienso que durante las elecciones presidenciales, cuando estaban llegando los resultados a su cuartel general, ni él se creía la apoteósica votación que tuvo a su favor y que sepultó al PRI y al PAN de un chingadazo.
Pero de eso a que ahora se compare con Cristo, Ghandi, Mandela o Luther King, ya es otra cosa.
Sólo pido que no llegue a compararse con Hitler, Mussolini, Gengis Khan o Stalin, porque entonces sí nos va a cargar el payaso.
Ya mencionaba en una colaboración anterior que pronto empezará a hablarnos en parábolas durante las conferencias mañaneras.
Por esos y otros motivos, le pediré a algún Diputado Federal que presente una iniciativa ante el Congreso para que cada aspirante a la Presidencia de la República, de aquí en adelante, sea sometido a un exhaustivo examen sicológico.
Poco antes del aplastante triunfo de ALMO, en las redes sociales apareció una supuesta profecía azteca, donde se le identificaba como el salvador de nuestro país.
El dichoso texto, que yo considero apócrifo es el siguiente, refiriéndose al invasor español y a la figura que con el tiempo terminaría echándolos del territorio conquistado: “Así como había una profecía de tu llegada, hay también una profecía de tu caída entre nuestro pueblo y será al terminar esta era, en 2012. Venus anunciará tu final y todos los indígenas que masacraste nos vengarán. Nunca disfrutarás de tus conquistas o de lo que nos robaste y jamás encontrarás reposo en estas tierras (…) y el gobernante que te expulse de nuestro reino llegará a ser el monarca más querido de esa nueva era de esplendor (…) Tus restos desaparecerán en llamas, como con las que atormentaste a nuestro gran Tlatoani”.
Esto legitimó sus delirios de grandeza y omnipotencia, según alcanzo a colegir por sus palabras.
Sea ALMO un buen gobernante. Cumpla lo que prometió en campaña. Meta a los corruptos a la cárcel y mande a los mañosos al panteón. Sea austero. Haga recortes presupuestales donde se necesitan. Retome su verdadero papel, pero no quiera compararse con las grandes figuras de la Historia Universal.
Hay que recordar, como bien lo anota mi amigo Rubén Dueñas en su gustada columna LaRed, que John Lenon y Los Beattles se compararon con Cristo y que a partir de ahí empezó su caída, no porque los haya castigado diosito, sino porque los creyentes empezaron a retirarle su simpatía.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Carece de responsabilidad culposa el aborigen, no así el individuo que le otorga su compadrazgo”. (No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre).