Por Pegaso
Ahora que se acerca el Jalogüin y los días de muertos, es costumbre contarse historias de miedo, así como para empezar a entrar en ambiente.
Yo recuerdo que en una estación de radio en la que yo trabajaba, pero de cuyo nombre no quiero ni acordarme, cada año se hacía un programa especial de Día de Brujas, donde algunos radioescuchas narraban historias que les habían pasado o que habían escuchado de familiares, amigos o conocidos.
En una de esas ocasiones, alguien que vivió en una casa de la colonia Fuentes Sección Lomas, pegadito al Circuito Independencia, decía que tuvieron que salirse de ella porque ahí espantaban.
Afirmaban que los muebles se movían, que se veían sombras y voces misteriosas.
La producción del programa decidió ir hasta el sitio indicado, con todo y el equipo necesario para transmitir en vivo y en directo.
Al llegar al domicilio, vimos una casa común y corriente, deshabitada. La dueña abrió la puerta y solo se veía oscuridad.
Visitamos el cuarto donde se supone que ocurrían cosas paranormales, pero solo vimos los muebles y las cortinas en las ventanas.
Por más que nos esforzamos por ver si había un fantasma, chamuco o poltergeist, tuvimos que retirarnos desilusionados.
En otra ocasión, al Director de un periódico que se ubica en la colonia Ribereña se le ocurrió hacer un reportaje con las experiencias y “evidencias” que un bizarro grupo de reporteros vivirían al pasar una noche en el interior del panteón municipal.
Así lo hicieron, y la edición del Día de Muertos salió chula de bonita. Cada uno de ellos entregó su escrito al Jefe de Redacción para formar una historia completa, la cual, lo confieso, no leí.
Mucho más acá en el tiempo, hace como dos o tres años, ya brincando la mitad del mes de octubre, platicábamos con el Gerente del hotel Astromundo, Amed Kadour, con respecto a las historias que se cuentan de ese edificio.
El empresario dijo que, efectivamente, hay un cuarto que no se ha abierto desde hace más de veinte años, porque se dice que ahí espantan.
Nos llevó al piso donde se ubica el citado cuarto, pero dijo que no podría mostrarnos el interior porque no tenía la llave.
Todos los años, en esta temporada, los principales periódicos, radiodifusoras y hasta las televisoras le entran a las historias de miedo, que tanto gustan al auditorio.
Es casi de cajón que alguien haga una nota sobre el ISSSTE, construido sobre un terreno que antes era cementerio.
Se dice de los pasillos de ese edificio que vagan almas en pena, y hay trabajadores que juran haber escuchado pasos o ruidos de cadenas durante las guardias nocturnas.
Estaba leyendo el libro del finado César Isassi Cantú llamado “Leyendas de Reynosa”, donde recopiló una serie de historias fantásticas de aparecidos, lloronas y diablos.
Entre los títulos de los cuentos que se pueden leer en ese opúsculo están: La Mujer de la Sierrita, La Piedra que ahoga, La muchacha bailadora y el diablo galán, Las cabezas rodantes, La mujer que besó al diablo, El ahorcado de Cantarranas, Los caballos que relinchan de noche y La llorona moderna.
Concluyo mi perorata de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Seres espirituales, que se abstenga de aparecer la aurora”. (Animas, que no amanezca).