Por Pegaso
Estaba yo recostado en mi mullido cumulonimbus, luego de acudir a una rueda de prensa celebrada en las oficinas de la Secretaría de Economía, donde una joven emprendedora se presentó a los medios de comunicación tras haber sido nominada al galardón que entrega la Embajada de los Estados Unidos a la mujer empresaria del año.
Ella mencionaba entre otras cosas que aún hay muchas limitantes para que las mujeres puedan llegar a ser exitosas comerciantes o industriales y señalaba como causa principal el que ellas mismas se colocan barreras insalvables, pensando que sólo el hombre es capaz de llevar a cabo cualquier proyecto productivo.
Fuera de las limitantes que las propias damas llegan a ponerse, es de resaltar el hecho de que México aún es un país misógino, donde el machismo sigue siendo el pan de todos los días, donde en la mayoría de los centros de trabajo se paga menos a la mujer que al hombre por realizar el mismo trabajo.
La nueva ley laboral ya obliga a no hacer ese tipo de distingos, aún cuando las trabajadoras tengan consideraciones durante su embarazo, principalmente en los últimos tres meses.
Pero a decir verdad, hemos avanzado, y mucho, con respecto a la época de nuestros padres y abuelos.
Yo recuerdo por ejemplo aquellos anuncios de la televisión de los sesentas, setentas y todavía de los ochentas, donde los utensilios de cocina eran una especie de instrumento para remarcar el papel de la mujer en el hogar.
Decía el comercial: «Para nosotras, las mujeres, Eckooooo». Y así, de esa forma, se recluía al ama de casa a la cocina.
Muchas se quejaban de que en Navidad o en su cumpleaños en lugar de que sus maridos les regalaran un vestido o un perfume, les llevaban un bonito juego de sartenes o una reluciente plancha.
O cuando el viejillo calenturiento iba a la azotea atestada de sufridas amas de casa para ofrecerles el detergente con el «chaca chaca».
Eso me recuerda la famosa y nunca antes escuchada frase del ex presidente Vicente Fox: «El 75% de los hogares mexicanos tienen una lavadora, y no de dos patas».
O la frase misógina del también panista Diego Fernández de Cevallos: «El viejerío, a la cocina».
Los comerciales televisivos de antes de los ocheta redundaban en el tema de la mujer como objeto útil, e incluso, pretendían prolongarlo a las hijas, con mensajes como: «Micro hornito, ¡como el de mi mamá».
Después de eso vino el error del 94 y Carlos Salinas De Gortari obligó a las mujeres a salir de la cocina o de las azoteas para ponerse a trabajar de lo que fuera con tal de aportar al gasto familiar.
La emancipación económica femenina produjo otro tipo de fenómenos, como el desentendimiento de los hijos y las continuas reyertas entre los cónyugues por ver quién es el que lleva los pantalones en la casa.
Pero a pesar de esos pequeños avances donde en ocasiones la misoginia y el machismo parecen ceder terreno, sigue habiendo situaciones que afectan a las féminas, tanto emocional como físicamente.
Tenemos los feminicidios, un delito que va en aumento en Tamaulipas, tenemos el acoso sexual que no termina en los centros de trabajo, y tenemos empresas que aún les pagan menos a las mujeres que a los hombres.
Estados Unidos, país que marca tendencias mundiales, tiene un Presidente misógino.
Hagamos un repaso de sus más célebres frases machistas de El Trompas:
-«Cuando eres una estrella, (las mujeres) te dejan hacerles cualquier cosa, agarrarlas por el coño, lo que sea».
-«¡Qué mujer tan asquerosa» (refiriéndose a su contrincante Hillary Clinton).
-«De 6,000 acosos sexuales no reportados en las fuerzas armadas, sólo 238 han sido sancionados. ¿Qué otra cosa esperaban, si mezclaron a los hombres con las mujeres, genios?»
-«Ya sabes, da igual lo que los medios escriban mientras tengas junto a ti un trasero joven y bonito».
En países árabes, llevar burka es cool, pero no porque así lo quieran las mujeres, sino porque son obligadas por los hombres a cubrirse el rostro.
En el mundo árabe la mujer no puede salir a la calle sin el permiso del varón; tampoco se puede descubrir el rostro por temor a causar lascivia entre la población masculina, ¡y mucho menos enseñar la pantorrilla!
En occidente, hace mucho que la mujer se liberó sexualmente. Se dice que anteriormente, para verle las pompis a una muchacha era necesario hacer a un lado el bikini, pero ahora para verle el bikini hay que hacer a un lado las pompis.
Por cierto, para quienes no estén familiarizados con el término misoginia, ahí les va el significado: Se define la misoginia como el odio a aversión hacia las mujeres o niñas, y puede manifestarse de diferentes maneras, incluyendo la denigración, la discriminación, la violencia y la cosificación sexual.
Termino con la frase misógina estilo Pegaso: «No es necesario proporcionar a la persona de sexo femenino la totalidad del apego sentimental ni la totalidad del recurso monetario». (A la mujer, ni todo el amor ni todo el dinero).