Por Pegaso
Andaba yo volando allá, por el rumbo del boulevard Hidalgo, porque a mi Pegasita se le había antojado la capirotada de Soriana, ahora que ya estamos próximos a vivir los días feriados de Semana Santa.
Ya en la caja, listo para pagar, me dí cuenta que en uno de los locales de frente se estaban rematando los famosísimos spinners a cien pesos
¿Y qué son los spinners?, podría preguntar alguien.
Pues son unos aparatitos que no sirven para nada, más que para dar vueltas y vueltas.
Pero a principios del año pasado era lo in, lo chido, la moda, traer en la mano una de esas madrinolas, quesque porque servía para la relajación y para calmar los nervios.
Hubo una euforia por los spinners que incluso los más chavitos llevaban uno a la escuela para presumir a sus amiguitos.
Las tiendas de los chinos estaban atiborradas. En las reuniones de cuates no faltaba el mamoncito presumido que traía un spinner de colores o que se le prendían lucecitas cuando daba vuelta.
Más que el hecho de tener algo que realmente servía, era el hecho de estar a la moda, de convencer a los demás de que uno estaba al tanto de las nuevas tendencias y que por eso debía ser aceptado y admirado.
Pero todo eso se acabó tan rápidamente como empezó.
Ahora yo les pregunto a todos esos que traían el pinche aparatejo ese en la mano todo el día y que no se despegaban de él ni para ir a hacer sus necesidades, ¿dónde está?¿dónde lo tienen? ¡Vamos, sáquenlo y sigan jugando con él! A estas alturas se vería hasta ridículo, por eso es seguro que nadie lo compre aún cuando esté en oferta en todas las tiendas que ya no hallan qué hacer con ellos.
Lo más probable es que los tiren a carretadas en algún basurero o los manden a una recicladora.
Las modas son pasajeras.
También me acuerdo que hace dos o tres años estaba la moda del Pokemon Go.
El Pokemon Go consistía en un juego de realidad virtual o realidad aumentada donde, con una aplicación del teléfono celular, uno podía hallar pokemones hasta en la sopa.
Iba el chavo o chava por la calle y de pronto un sensor le permitía saber que había un pokemon escondido cerca de ahí, detrás de una piedra o dentro de un edificio; entonces, empezaba a accionar hasta hallarlo e intentaba atraparlo. Se trataba de atrapar más ejemplares de distintos tipos.
Pero igual que sucede con todo ese tipo de juegos o modas, la euforia pasa y al rato ya nadie se acuerda de ellos.
Creo que ya van como por la cuarta generación de Pokemon Go, pero ya no es lo mismo que al principio. ¿Dónde están Píkachú y todos los demás?
A estas alturas es muy difícil ver a alguien con el celular tratando de atrapar pokemones, porque entonces los demás pensarían que se le botó la canica o por lo menos, que está fuera de onda y no es nada cool.
Lo que sí es seguro es que los inventores de toda esa parafernalia ahora están nadando en billetes, gracias a la necesidad incontrolable de la gente de sentirse superiores a los demás mediante la posesión de los objetos de moda.
En la vida real yo veo a mucha gente quejándose de su situación económica.
Pues bien, aquí está un tip: Inventen alguna moda chingona, háganse ricos explotando la necesidad de sentirse especial de los demás y diviértanse de las estupideces a las que puede llegar la especie humana cuando se trata de estar a la moda.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «La moda, al que le acomoda». (La tendencia, a quien le ajuste de la mejor manera).