Por Pegaso
Luego de mi vuelo vespertino sentí ganas de bajarles lana a los candidatos que andan buscando el voto mediante el muy socorrido recurso de ablandarlos a periodicazos… pero luego me acordé que soy un Pegaso decente y se me pasó.
Esperando que ese primer párrafo de la columna de hoy no se convierte en un «meme», les diré a mis dos o tres lectores que a lo largo de este primer mes de campaña política he llegado a tres sesudas conclusiones:
a).- Primus: Que los aspirantes a diputados federales andan con una mano delante y otra atrás.
b).- Secundus: Que no han podido o no han sabido llegar al electorado con propuestas claras y concretas, y
c).- Tertius: Que será hasta la entrada de los candidatos a alcaldes cuando ésto empiece a calentarse y a ponerse sabrosito.
Así están las cosas a nivel local.
Por otra parte, entre los candidatos a la Presidencia de la República el agarrón está de miedo.
Son todos contra el Peje y el Peje contra todos, tal como lo pudimos ver en el primer Debate Presidencial.
Es algo conocido jurídicamente como Colusión, es decir, el acuerdo a que llegan dos o más partes para obtener una ventaja injusta sobre otro.
Pero dado que el término colusión no implica consecuencias jurídicas, si el Peje se pone vivillo podría fincar a los «Cuatro PRIANtásticos» una acusación por Asociación Delictuosa o Conspiración, lo que ya representa un intento de cometer delito con un objetivo específico: el de coartar la libertad constitucional del mexicano de votar por la opción de su preferencia. O sea, la configuración del fraude electoral.
Así pues, en el escenario político mexicano sólo hay dos opciones, desde mi muy limitada y particular visión: La que pretende que todo siga igual, con gasolinazos, más impuestos, reformas impopulares y corrupción, y la que ofrece un cambio.
Si el mexicano finalmente es convencido para votar por el continuismo que representan el PRI, el PAN, la Chepina y El Bronco, no pasará nada. Seguiremos como hasta ahora, aguantando vara calladitos y sin pujar.
Si decide apoyar el cambio, pueden suceder dos cosas: Que sea para bien o que sea para mal.
Si es para bien, está con madre. Pero si es para mal, sólo tendremos dos opciones: O aguantamos vara calladitos y sin pujar, o nos vamos a una tercera revolución armada.
(Pegaso, te viste muy radical, caón. Me recordaste aquella disquisición filosófica-existencial que dice: «En esta vida sólo hay dos cosas de qué preocuparse, si estás sano o si estás enfermo; si estás sano, qué bueno, pero si estás enfermo, sólo hay dos cosas de qué preocuparse, si vives o si mueres; si vives, qué bueno, pero si mueres, sólo hay dos cosas de qué preocuparse, si te vas al Cielo o si te vas al Infierno; si te vas al Cielo, no hay problema, pero si te vas al Infierno, vas a pasártela con madre porque ahí van a estar todos los cuatachos. Entonces, ¿de qué te preocupas?»)
Haiga sido como aiga sido, las opciones están ahí y no queda de otra más que buscar «la menos pior».
Si lo pensamos bien, México estuvo mejor, mucho mejor, con gobiernos de izquierda moderada.
El PRI, en sus inicios, fue de izquierda porque emanó de una revolución. Todo iba bien, hubo buenos presidentes. Hasta el sexenio de Don Adolfo López Mateos, nuestro Peso era de plata y era una moneda fuerte en el mundo.
Luego llegó Gustavo Díaz Ordaz y el Movimiento del 68, con el despertar de la sociedad civil. En esos seis años, lo único bueno que hizo Díaz Ordaz fue abrocharse a La Tigresa.
Después llegó a Los Pinos el populista Luis Echeverría, quien sin pena ni gloria pasó la batuta a José López Porpillo. Éste último no quiso quedarse atrás y se refinó a Chacha Montenegro, pero es más famoso por haber llorado como un perro cuando el peso empezó a devaluarse; y de ahí siguieron los presidentes neoliberales, cada cual peor que el anterior por su evidente orientación hacia la derecha, hacia la libre empresa agresiva y voraz.
¿Volver a la izquierda para dar un giro de 180 grados? ¿O seguir el camino que favorece a un minúsculo grupo de privilegiados y condena al resto de los mexicanos?
Es pregunta, que conste.
El refrán estilo Pegaso dice: «Las piezas cúbicas elaboradas con un material duro, marcadas con puntos sucesivos del uno al seis fueron arrojados». (Los dados han sido echados).