Por Pegaso
Estaba yo viendo un video en Internet acerca de ese loquito que se hace llamar periodista e investigador de lo paranormal, Jaime Mausán, quien asegura que en cierta ocasión le habló la Virgen de Guadalupe. ¡Hágame usted el chingao favor!
El moderno Juan Diego relata en una entrevista que allá, por la década de los noventas, su equipo de profesionales de la comunicación, técnicos y camarógrafos, lograron el permiso necesario para filmar el lienzo de la virgen que se exhibe en la Catedral Metropolitana y que se supone es la auténtica tilma de la aparición del Tepeyac.
Asegura que se le quedó mirando a los ojos él solito, en la penumbra, y de pronto sintió una voz femenina en la parte posterior del cráneo que le decía: «¿Qué quieres de mí?»
Jaimito jura y perjura que todo fue real, que no se imaginó la voz, que pudo ver los ojos de la imagen y que lo que está en ese lienzo es algo vivo.
Mi primer y único contacto personal con Jaime Mausán fue hace muchos años, precisamente por aquella época. Iba a dar una conferencia en la entonces Facultad de Ciencias Químicas y fuimos por él al aeropuerto.
De regreso venía contando puras cosas de ovnis.
De hecho, desde sus inicios, allá por los setentas, empezaba a hacer sus pinitos con otro «investigador» del fenómeno OVNI: Pedro Ferriz, el viejo, conocido también por el mote de «El Cejas».
Y desde aquel entonces, Mausán se casó con los ovnis.
El tema ha sido una fuente inagotable de riqueza no sólo para él, sino para muchos otros «ufólogos» de México y el mundo. No se agota porque la gente quiere creer en algo. En algo que está más allá del alcance de su comprensión. Le encantan los misterios.
Pero en toda la filmografía, en todas las miles de imágenes que Mausán y otros igual que él han recabado a lo largo de las últimas décadas, no he visto una sola que tenga la suficiente claridad de detalles para concluir que se trata de naves extraterrestres. No he visto una sola foto tan nítida que se puedan observar a enanitos verdes en su interior bailando cha-cha-chá, como dice la conocida canción.
Y no las hay porque, aunque lo más lógico es pensar que existe vida en otras partes del Universo, lo difícil es que puedan llegar a nosotros como si brincaran un charquito de agua.
Últimamente los «ufólogos», como Jaime Mausán, han encontrado un nuevo filón que explotar en su delirio: Las señales en los cultivos de trigo de Inglaterra, llamados «crop circles».
Tales dibujos, evidentemente elaborados mediante algoritmos de computadora, han exacerbado la imaginación de los «especialistas» del tema OVNI, hasta asegurar que son manifestaciones de una inteligencia extraterrestre que nos quiere dar un mensaje a los humanos.
Se trata, sin temor a equivocarme, de algo que es producido por el Ser Humano. La tecnología de ultrasonido necesaria para crear esos intrincados diseños existe desde hace varias décadas y se opera desde los satélites.
Posiblemente al principio se trató de bromistas queriendo asustar a los supersticiosos aldeanos, allá, por la década de los sesenta o setenta, cuando empezaba la euforia de los marcianos y se escuchaba en la radio la novela de Orson Welles «La Guerra de los Mundos», pero poco a poco, conforme avanzaba la tecnología humana, los dibujos en los campos de trigo se fueron haciendo más complejos.
Hoy casi se pueden dibujar rostros humanos con todo detalle y en relieve, gracias al perfeccionamiento de esa técnica.
¿El motivo? Mantener ocupada a la gente, como decía el poeta romano Juvenal: «Al pueblo pan y circo».
Como ven, no se trata de visitantes alienígenas, o de deidades que nos están mandando recaditos para que nos portemos bien y no destruyamos el planeta.
Si alguien ve a Jaime Mausán, dígale que lea esta columna.
Aunque yo esperaría de él una respuesta similar a la que da a todo lo que se mueve el presentador del programa Alienígenas Ancestrales, Giorgio Tsoukalos: «Pegaso es un extraterrestre».
Quédense con el refrán estilo Pegaso: «Los seres originarios del planeta marte arribaron en este momento, y arribaron danzando al ritmo caribeño basado en percusiones». (Los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando ricachá).