Por Pegaso
Andaba yo volando allá, cerca del Campo Militar, donde el día de ayer se llevó a cabo una actividad de acercamiento entre las fuerzas castrenses y la ciudadanía, en un paseo dominical que resultó muy relajado para los más de cinco mil visitantes.
Supervisando todas las actividades estaba el General Luis Sandoval González, Comandante de la Octava Zona Militar, viendo cómo sus muchachitos departían con los chiquillos y las chiquillas, con los padres de familia, con los abuelos y hasta con las mascotas.
Esta es la segunda ocasión en un año que se lleva a cabo una convivencia de éste tipo en Reynosa, pero ya había antecedentes.
Hace unos cinco años, durante la Administración de Everardo Villarreal Salinas, la entonces Directora del Parque Cultural, Leticia Terán de Robinson, me dijo casi en tono confidencial: Mira, Pegaso, a mediados del mes próximo se hará un evento llamado Expo Fuerzas Militares, aquí mismo. Participarán la SEDENA, la Marina, la Policía Federal y la PGR.
La verdad es que no le creí en aquel momento, pero la nota se publicó en un periódico local.
Confirmado por el alcalde y otras autoridades, el evento empezó a tomar forma, y pronto medio Reynosa empezaba a hablar de la Expo Fuerzas Armadas.
Desde un día antes se instalaron cuatro grandes pabellones desmontables en el estacionamiento del Parque Cultural, cada uno para una dependencia, donde además de uniformes, fotografías y aditamentos, se exhibían armas de fuego de las que utilizan conmúnmente los elementos del Ejército, Fuerza Aérea y Marina.
Cerca de la fuente delantera había vehículos artillados donde los peques podían subir, ponerse un casco y tomarse la foto junto a una poderosa Barret de 50 milímetros.
Allá veíanse padres de familia haciendo cola para subir a sus retoños a un helicóptero Apache, acullá, un grupo de adolescentes y adolescentas subiéndose a una lancha inflable equipada con armamento pesado, en fin, toda una romería que duró hasta bien entrada la tarde.
Antes de eso ya la SEDENA había mostrado cierta apertura, durante los desfiles en los que participaban, tomándose fotografías con la raza y pelando la mazorca como si estuvieran haciendo un comercial de pasta de dientes.
Ahora, con éste paseo dominical, se la volaron mis amigos militares, pero especialmente la guapa y eficiente Monse, quien atendió espléndidamente a los representantes de los medios de comunicación.
Pero como nunca falta un prietito en el arroz, quiero hacerles una especial recomendación para subsiguientes actividades de apertura hacia la ciudadanía.
Sé que la intención es mostrar la cara amable de las fuerzas armadas a una población civil que por costumbre ve a los soldados con desconfianza y hasta con miedo.
Sé que son personas de carne y hueso como nosotros, que sufren, ríen, lloran, que tienen deudas con Electra, que ven los programas chatarra de la televisión en sus tiempos libres y que también gustan de convivir con sus familias.
¿Qué están adiestrados para matar? Por supuesto que sí, pero esa es parte de su chamba.
Un soldado, cuando decide seguir la carrera de las armas, da por hecho que ya está muerto y cada momento que vive con su familia resulta ser un regalo que aprecia profundamente.
Pocas veces en la historia del Ejército, Fuerza Aérea y Marina Armada de México sus elementos han sido requeridos para participar en una guerra con otros países, a no ser que Peña Nieto quiera embarcarnos en un conflicto con Corea del Norte.
Las guerras que se han librado son intestinas, es decir, con nuestra misma gente.
En el 2006, luego que Calderón declaró hostilidades contra los cárteles de la droga, la milicia mexicana empezó a jugar un rol protagónico, porque fueron sacados a las calles a hacer el papel de la policía.
A más de once años de distancia, sigo sin ver el fondo en el tema de la violencia en nuestro país, y creo que va para largo porque no se está combatiendo sólo a un grupo de delincuentes, sino a la misma sociedad y a las propias fuerzas armadas.
El joven que decide dejar sus estudios para convertirse en maruchero, la niña que apenas deja sus muñecas y se fuga con el radiero de la esquina, la viejita que cobija a su hijo puntero, la autoridad permisiva, el soldado que deserta para recibir una mejor pagar de la delincuencia organizada, el periodista que oculta la verdad por miedo o por conveniencia, el policía que recibe un pago por no actuar, el párvulo de la escuela que sueña con tener una Hummer cuando sea grande… Queriendo o no, todos somos DO.
Por eso las condiciones de violencia extrema en algunas partes del país no ha cesado y yo diría que incluso han empeorado.
Abrir las instalaciones militares a la sociedad en general parece una buena idea de principio, pero no de fondo.
Ocasiones como ésta no pueden dejar de ser aprovechadas por los delincuentes para infiltrar observadores, para conocer el armamento y los recursos con que cuentan las fuerzas armadas del país para combatirlos.
Es como si en una partida de poker jugáramos con un espejo atrás de nosotros y el jugador contrario pudiera ver nuestras cartas.
Conste que no es una crítica, sino más bien una observación.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: «El individuo enlistado en las fuerzas armadas y… ¡bondades!» (El soldado y…¡buenas!).