Por Pegaso
Nos hacen reír, nos hacen bailar, nos hacen cantar de alegría: Son los simpáticos e inigualables payasos.
Como todos los años, los artistas de la risa y la comedia preparan su tradicional festejo.
Poco después del mediodía, el gremio se reunirá en las oficinas de Chechereche, ubicadas por la calle Herón Ramírez, de donde saldrán en un vistoso desfile por varias calles de la Ciudad, y más tarde, en un domicilio privado, se reunirán para festejar en grande la ocasión.
Ahorita, en este momento, no puedo imaginarme a un payaso con cubrebocas.
Se supone que en todos los eventos donde participa cierto número de personas se deben guardar los protocolos necesarios.
Pero un payaso con cubrebocas…
Lo característica más notoria de un payaso es su cara pintada, con una enorme sonrisa, una roja nariz de globo, unos pelos pintados, un sombrero ridículo, una vestimenta con colores chillones y unos enormes zapatos.
Y sin embargo, también deben atender las recomendaciones de la Secretaría de Salud y mantener la sana distancia, como el resto de los mortales.
Por cierto, por ahí me dijo mi cuate Campanino, el único payaso que hace llorar a los niños, que por causa del COVID la celebración será diferente este año.
Son ellos los más afectados por la pandemia, porque las fiestas infantiles están prohibidas y además, ¿a quién les van a vender las piñatas que elaboran?
Payasos hay que han tenido un gran éxito en las carpas de circo o en la televisión.
Uno de los primeros en lograr la fama fue José Marroquín Leal, mejor conocido como “Pipo”, allá, en la década de los sesenta.
Casi al mismo tiempo, José Manuel Vargas “Bozo” se convertía en un ícono para millones de mexicanos.
En Monterrey, en los ochentas y noventas, Ricardo González “Cepillín” hacía las delicias de chicos y grandes con canciones como “En un bosque de la China” y “Tomás”, entre otros muchos éxitos.
Víctor Trujillo “Brozo” revolucionó la forma de dar noticias en la televisión con un sentido ácido y Sergio Alejandro Verduzco “Platanito” demostró que se podía ser majadero y alburero aún dedicándose a este oficio, más orientado al público infantil.
Con Alberto Flores “Chuponcito” y Guillermo Cienfuegos “Lzagrimita”, se completó la tercia de payasos léperos, sin contar al Kompayaso, cuyo campo de acción es mayormente el público latino de California.
Los Wapayasos y los Horripicosos son otra onda. Empezaron como espectáculo para niños, pero después vieron que dejaba más lana dedicarse a entretener a los adultos, haciendo strepteasse y bailes eróticos.
Aquí, en la región, Huevolito, Huevolín, Juniorlito y la ristra de parientes enhuevados hicieron época con “El Mundo de los Niños”.
Me caía gordo el chamaco que cantaba medio mocho: “Pastelelías El Camino, pastelelías el Camino; pastelelías “El Camino”, pastelelías “El Camino”.
Viene el refrán estilo Pegaso: “¿Consideras que soy tu bufón? ¡O cuál es el asunto!” (¿Crees que soy tu payaso? ¡O qué!)