Por Pegaso
Me cargué de la risa ayer, tras mi vuelo vespertino, al escuchar el cuento de la Cenicienta que vino a presentar la candidata a la presidencia nacional del PRI, Ivonne Ortega: Una frágil y humilde muchachita que vendía chicharrones en un puesto de mercado, en su pueblecito natal, un bache en la calle que la inspiró a ser candidata a diputada local, su rosario de triunfos en las internas y constitucionales para alcaldesa, diputada federal, senadora y finalmente, Gobernadora, a pesar de todos los ogros y enanos feos que buscaban ponerle trabas para que no pudiera alcanzar el triunfo.
Y ahora, después de cumplir sus sueños más anhelados, viene por la dirigencia nacional de su partido luchando contra los corruptos, los poderosos y los gandallas que no quieren que gane, entre ellos, Carlos Salinas De Gortari, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
Esa fue la historia de hadas que vino a presentar.
Puse a indagar un poco al Equipo de Investigaciones Especiales de Pegaso (EIEP) y resulta que Ivonne es sobrina de Víctor Cervera Pacheco, uno de los peores caciques que ha sufrido el Estado de Yucatán en su historia. Dos veces diputado federal, presidente municipal de Mérida y gobernador de su Estado en dos ocasiones, fue amo de orca y cuchillo durante las décadas de los ochenta y noventa. De tal forma que aquella muchachita inocente en realidad pesaba, y pesaba mucho, por ser parte de tal dinastía.
A Ivonne Ortega y su compañero de fórmula, José Alfaro los quisieron chamaquear, al ponerles chorromil candados para evitar que se registraran, sin embargo, como ella misma lo dijo en una reunión con vecinos del fraccionamiento Reynosa, ayer, «nosotros pusimos esos candados y sabemos cómo abrirlos».
Esa fue una clara referencia a la participación que ambos personajes han tenido durante muchos años desde los intestinos del Partido Revolucionario Institucional, ahora caido en desgracia por sus propios errores.
No le deseo mal. Espero que gane, porque la otra opción, la de AMLITO, forma parte de un plan maquiavélico para allanar el camino de López Obrador a la reelección y así poder gobernar hasta el 2010, o más, si el pueblo así lo decide. A mano levantada, por supuesto.
Nomás que no nos venga a picar los ojos la llamada «Matadinosaurios».
Para mí que todo es un plan bien orquestado, un acto más de simulación al que nos tienen acostumbrados los de la mafia del poder, y después de la elección interna los vamos a ver nuevamente juntitos y apapachándose.
Me recuerda aquella historia de dos judíos que tenían su negocio, uno enfrente del otro.
Durante la mañana, Abrahám colocaba un letrero que decía: «Manzanas a 10 pesos». Casi de inmediato Joaquín ponía otro letrero en su negocio que decía: «Manzanas a 9.50». La respuesta de su competidor era otro letrero: «Manzanas a 9.00», y así, la gente estaba siempre pendiente de las rebajas y aprovechaba aquella supuesta rivalidad para comprar donde estaba más barato.
Por la noche, cuando cerraban las tiendas, ambos se reunían en un subterráneo que comunicaba los negocios para contar sus jugosas ganancias.
En fin.
Otro que no curte malas vaquetas y que estará hoy en Reynosa es el único, el original, el incomparable, el siempre imitado y jamás igualado «Perro Pantorrillero», Alejandro Rojas Díaz Durán.
Al igual que ocurre en el PRI, que andan de la greña, en MORENA los pleitos son irreconciliables y a muerte.
Se disputan los beneficios del poder, ahora que son gobierno.
Rojas Díaz Durán viene a echar pestes contra la dirigente nacional de ese partido, Yeidckol Polevnsky, en un acto de abierta campaña que en su momento deberá sancionar el INE.
Y así están el resto de los partidos. Pronto veremos a los aspirantes el PAN echándose popó entre ellos, como acostumbran, para después andar muy agarraditos de las manos.
Ni qué decir de los demás, que son verdaderos negocios familiares.
Yo por eso no pertenezco a ningún partido político, sino que los partidos me pertenecen a mí, porque se pagan con mis impuestos.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: «Entre individuos de raza zíngara no suelen interpretarse el porvenir». (Entre gitanos no se leen la suerte).