Por Pegaso
¡Vámonos todos a la playa!
¡Vamos a desquitarnos de lo lindo de todos esos días que la infame pandemia de coronavirus nos arrebató durante la Semana Santa!
A partir de ahora las líneas aéreas, los vuelos charter y los cruceros se van a atiborrar de turistas ávidos de playa, sol y arena.
La larga sequía de vacaciones será como un resorte que disparará los deseos reprimidos de relax para aquellos que no agotaron sus reservas monetarias a causa del COVID-19.
Ya lo dijo El Trompas, quien chambea como Presidente de los Estados Unidos, en base a investigaciones de sus mejores científicos: Los rayos ultravioleta matan al virus. El coronavirus no aguanta las temperaturas superiores a los 100 grados farenheit (34 grados centígrados) del verano.
Incluso en los escupitajos, el calor y la humedad veraniegas hacen que la vida del agente infeccioso sea menor.
La noticia repercutió en Mexicalpan de las Tunas. El Pejidente ALMO dijo que hemos domado al coronavirus, que ya podemos dormir tranquilos porque ya no le tenemos miedo al coco.
A consecuencia de estas optimistas visiones presidenciales, en Gringolandia se reabrieron las paradisíacas playas de Malibú y los diferentes balnearios turísticos.
En México no tardamos en seguir los pasos y pronto se reabrirán los vuelos comerciales a Cancún, Vallarta y Los Cabos.
La mala noticia es que el COVID-19 llegó para quedarse.
Al igual que ha pasado con otras pandemias, como el VIH, el dengue o el SARS, volverán los brotes conforme se acerque la parte más fría del año.
Hasta en tanto se cuente con una vacuna efectiva, tendremos que seguir cuidándonos a nosotros mismos, a nuestros viejitos y a nuestros enfermos.
Por lo pronto, parece que los devastadores efectos del COVID en los países asiáticos y europeos ya van de salida. El «pico» de la enfermedad en Italia, Francia, España y otros países del Viejo Continente ya ha pasado y sólo se espera que entren los calorones para que bajen las cifras de contagiados y difuntos.
Con casi un millón de enfermos, en Estados Unidos apenas van subiendo a la cima, y en México todavía pasará un mes antes de llegar a la cúspide de la curva, para después iniciar el descenso.
¿Será cierto que el solecito de la playa nos ayudará a evitar el contagio como dicen los científicos gringos?
Pienso, como Pegaso pragmático que soy, que no hay que cantar victoria todavía, porque si algo tienen los organismos mutantes, como el COVID-19, es que son impredecibles y se llegan a adaptar a su entorno.
Todavía en enero, en pleno invierno, creía yo que la enfermedad provocada por el coronavirus era estacional, es decir, propia del invierno, como la influenza o la gripe, pero la cruda realidad nos mostró que no es así.
Mi recomendación: Aguantarse las ansias de novillero, no agarrar nuestras bermudas, sandalias y lentes de sol para irnos a la playa sin antes confirmar que, efectivamente, el calor y la radiación solar inhiben la proliferación del virus.
Quédense con el refrán estilo Pegaso: «En el ponto la manifestación vital es mayormente agradable al paladar». (En el mar la vida es más sabrosa).