Por Pegaso
Andaba yo volando allá, por el rumbo de la colonia El anhelo, donde me habían comentado de un estrujante caso de la vida real: Una humilde mujer, madre de varios hijos, quienes viven en la más absoluta de las pobrezas.
La noticia me llegó de parte de mi amiga y colega periodista Rosalía Quintá. Fui personalmente a ver las condiciones en que se encuentra esta famili y lo que ví me dejó estupefacto.
Al lugar se accede por una callejuela de terracería. La casa donde vive la familia, si se puede llamar casa, forma parte de un conjunto de dos construcciones. En una pieza de apenas cinco por cinco metros vive doña Maribel.
Acostada en un viejo y sucio camastro, nos recibió con un acceso de tos que a mí me dio la impresión que se trata de un síntoma de tuberculosis. Más tarde una vecina me confirmaría que, efectivamente, la mujer está bajo tratamiento para esa enfermedad.
Afuera, en el patio, una máquina retroexcavadora extraía una serie de objetos, ropa vieja, cables, pedazos de cartón y viejos juguetes envueltos en un lodo negro y pestilente.
Uno se pregunta: ¿Cómo es posible que puedan vivir de esa manera?
Desafortunadamente son muchos los casos como éste, y aún habrá más a causa de las fallidas políticas económicas y sociales.
Loable es la labor de las vecinas de doña Maribel, quienes, por principio de cuentas, sacaron a la luz pública la triste situación de doña Maribel. Por otro lado, destinan parte de su tiempo a brindar amorosos cuidados a este ser humano que padece de una grave enfermedad, sin un ingreso que le permita mantener a sus hijos, sin servicios y sin nada.
Debo hacer un reconocimiento a mis compañeros reporteros. En los tiempos de zozobra que vive el país no se vale nada más informar o criticar. Hay que actuar.
Por ese motivo mi admiración a quienes han tomado la causa del servicio al prójimo, como Hugo Reyna, como la propia Rosalía Quintá, como Norma Sánchez, como Yenni Gandiaga.
Son personas que están al tanto de los casos estrujantes, como el que comento.
Necesidades apremiantes siempre va a haber. Niños con enfermedades incurables, madres de familia golpeadas, casas incendiadas, inundaciones y muchas tragedias más son el pan de cada día.
Cuando eso ocurre, ahí es donde debemos estar, abanderando las causas justas.
Yo, Pegaso, son un convencido de ello. Me siento especialmente comprometido con el tema de la ecología, la migración y los derechos humanos, pero no deja de estrujarse el corazón cuando se conocen casos como el de doña Maribel.
Por fortuna, la intervención de las vecinas sirvió para que en la radio, la televisión y en los medios escritos se conociera el caso.
Gracias a ello, se mandó una máquina retroexcavadora y tengo entendido que éste día, en el transcurso de la mañana, personal del DIF Municipal acudirá a llevar diversos apoyos a ésta gente que vive en la más absoluta indigencia.
No debemos mantenernos ajenos a este tipo de tragedias. Los periodistas no tenemos corazón de roca y somos también seres humanos que sentimos y pensamos.
En 1994 un fotógrafo sudafricano, Kevin Carter, ganó el premio Pulitzer por una fotografía donde se ve a un niño sudanés en cuclillas, famélico, enfermo y a punto de morir, mientras que unos metros atrás de él un zopilote avanzaba lentamente, esperando el momento de su muerte.
El reportero gráfico tomó la foto y se fue. Duramente criticado por no ayudar al niño, no soportó el peso de su conciencia y se suicidó.
Los dejo con una reflexión de la madre Teresa de Calcuta: «No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor».