Por Pegaso
Acá, en mi búnker, en las alturas, analizaba yo la manera tan poco habilidosa del Pejidente López Obrador de salir del atolladero en que lo puso el periodista Jorge Ramos al cuestionarlo sobre el incremento en el número de muertos durante los primeros meses de su Gobierno.
Creo que el mandatario debió dar una respuesta más o menos así, para evitar las contradicciones entre los números que maneja su Secretario de Seguridad y los que le pasó el Director de Comunicación Social: «Mira, Jorge: Efectivamente, loj datoj que tienej projeden de una fuente ofijial, jin embargo, ej nejejario tomar en cuenta no jólo el total de perjonaj ajejinadaj, jino jolamente laj víctimaj inojentej. Ya jabemoj que la gran mayoría de loj que,mueren jon parte de la ejtructura del crimen organijado, como jicarioj, punteroj, jefej de plaja, etjétera. Ejoj, hajta gujto noj da que je mueran. Lo que noj debe doler a nojotroj jon laj víctimaj colateralej».
Con ese mensaje hubiera podido salir más o menos bien librado.
Pero no. Prefirió el enfrentamiento y tratar de ridiculizar al periodista que venía expresamente a ponerlo en evidencia.
Jorge Ramos fue centro de la atención a nivel internacional apenas unas semanas atrás, cuando lanzó preguntas incómodas al Presidente venezolano, Nicolás Maduro. El dictador no se anduvo por las ramas, le requisó la videocámara y lo mandó a la porra sin más consideraciones.
En México no pasa eso.
Hasta ahora.
Acorralado, sin saber cómo gobernar, las buenas intenciones del Pejidente se están yendo al carajo y con ello la esperanza de un México mejor.
Ramos, quizás el periodista latino más importante en Estados Unidos, con chorromil premios y distinciones en ese país, y con un amplio auditorio en 16 países de habla hispana, se especializa en provocar polémica con las grandes figuras.
Lo hizo durante el primer año de Gobierno de Donald Trump, cuando éste último casi lo echa a patadas de la Casa Blanca durante una conferencia de prensa.
No le importa ser el foco de la polémica. Generalmente los periodistas no somos parte de la noticia, pero a Jorge Ramos le encantan los reflectores, y él mismo se coloca como material periodístico, violando así uno de los preceptos básicos de nuestra profesión.
Colocado ya en la lista de reporteros fifís por el Gobierno lopezobradorista, dudo mucho que lo vuelvan a dejar pasar a las conferencias de prensa mañaneras de AMLO.
Su intervención, sin embargo, fue importante, porque demostró con los pelos de la burra en la mano que existen fisuras dentro de la flamante estructura gubernamental. Como que en esta ocasión el Pejidente se apejendejó.
Y ya va siendo hora de que corrija. Cada vez son más los comentarios que dicen que su popularidad va en caida libre, pasando de un 85% al inicio de su mandato hasta un triste 65%, después del ramazo de Jorge Ramos.
Vamos a ver si aguanta los siguientes meses. Se le ve cansado, avejentado, a veces enfermo y en ocasiones, ingenuo.
Aún así, yo le doy un año de gracia.
Si en ese año las cosas no cambian para bien en México, aunque sea tantito, declararé oficialmente el fracaso de la Cuarta Transformación.
He dicho.
Viene el refrán estilo Pegaso: «Acongojado tu cráneo». (Triste tu calavera).