Por Pegaso
Andaba yo volando allá, sobre la plaza principal de Reynosa, donde se habían congregado medio centenar de personas que se dedican a la recolección de basura mediante los feos y contaminantes carretones, los cuales, después de algunos momentos se dirigieron al edificio de la Secretaría de Obras Públicas del Municipio donde esperaban ser atendidos por el propio titular, Eduardo López Arias.
Sin embargo, los recibió un funcionario menor, ante quienes expusieron lo difícil que les resulta cambiar los carromatos por flamantes unidades motrices porque:
1.- Los carretones y caballos salen más baratos, casi gratis.
2.- No tienen dinero para comprar una camioneta.
3.- La gasolina está muy cara.
4.- Los caballos no necesitan gasolina. Basta con dejarlos un ratito en un baldío y ellos mismos se alimentan con el pasto y las yerbas que encuentran.
Ante tales argumentaciones, lo más probable es que tomen una actitud de rebeldía y beligerancia, conforme se acerque el plazo fatal que dieron las autoridades para que desaparezca el antiquísimo, rústico y antihigiénico método actual de recolectar la basura con carretones tirados por tracción animal.
Yo digo que tan animal es el que va arriba como el que va abajo.
Sabemos de la humildad de la gran mayoría de ellos, de la necesidad que tienen para alimentar a sus familias y de la ignorancia que los acompaña.
¡Pero no chinguen!
Todos los días vemos por lo menos diez carretoneros en las calles, durante el traslado de nuestras casas hacia el trabajo. El operador generalmente trae un pesado látigo que utiliza para golpear inmisericordemente sobre las ancas del noble bruto.
El animal va con las heridas abiertas, a veces hasta agusanadas, sin embargo, el pelafustán sigue golpeando y golpeando para que éste avance. Se me figuran aquellos látigos llenos de púas con que se flagelaban los monjes de la Edad Media, llamados cilicios.
Es obvio que el animal siente y sufre. Generalmente, cada carretonero se hace acompañar por alguno de sus hijos pequeños para que vaya aprendiendo el oficio, pero sólo les están dando lecciones de crueldad hacia los animales.
A ver, ¿qué les parece si se invirtieran las posiciones?¿Que el caballo se suba al carretón y el operador se ponga los cinchos para tirar del rústico vehículo?
Entonces, el equino tomaría el fuete y le daría de latigazos en los glúteos hasta hacerlo sangrar.
Aplaudo la decisión de la autoridad de eliminar tal entelequia de las calles de Reynosa.
Durante muchos, muchos años, en mi labor de periodista, he abogado por que se utilice un método menos cruel, más limpio y eficiente por parte de los señores que se dedican a dar el servicio particular de recolección de basura urbana.
En la actualidad, cada carretonero da apenas una o dos vueltas hasta el basurero donde tira los desechos. A su paso va dejando en las calles pedazos de cartón, bolsas de plástico, líquidos pestilentes y cacas de caballo.
Con una camioneta pick up, la cantidad de viajes se multiplicaría y cada uno de ellos obtendría una ganancia mayor, con lo cual podrían fácilmente amortizar el costo del vehículo.
Se trata de una inversión, concepto que, al parecer, está fuera de la comprensión de estos individuos.
Yo, Pegaso, ya no quiero más carretones en las calles.
Se debe llegar a un arreglo donde, por ejemplo, se gestionen créditos blandos mediante algún programa para ayudarlos a conseguir las camionetas, y después buscar la forma en que, mediante cooperativas, introduzcan un proceso de reciclado de materiales para obtener un ingreso extra.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: «A equino obsequiado es imposible observarle el canino». (A caballo regalado no se le ve el colmillo).