Por Pegaso
La noticia que me dejó atónito, anonadado y patidifuso este fin de semana fue que el Cardenal Norberto Rivera Carrera cayó enfermo de COVID-19.
En redes sociales se especuló también acerca de su fallecimiento, pero esto fue rápidamente desmentido por la jerarquía católica mexicana.
El cara de perro chato fue hospitalizado el domingo. Desde ese lugar, donde se le atiende con todas las comodidades y, claro, con todo el presupuesto de que dispone la sagrada y benemérita institución de la Iglesia Católica, pidió la oración del “Pueblo de Dios” para hacer frente a esta situación tan especial.
Pero, ¿por qué me dejó perplejo tal noticia?
Bueno. Se supone que Diosito protege a sus súbditos de todo mal. O más bien, a los que se portan bien y cumplen con sus sagrados preceptos.
De ahí surge la duda de que si el Cardenal Rivera padece de COVID, algún pecadillo ha de tener oculto por ahí.
Recordemos que en el 2009 fue acusado en California de encubrir al cura pederasta Nicolás Aguilar Rivera, quien tiene en su haber la violación de al menos un centenar de pequeñuelos que iban inocentemente a su parroquia a recibir el catecismo.
La demanda se desestimó por falta de pruebas, pero la manchita quedó ahí, en la sotana del hasta entonces inmaculado jerarca religioso.
Pero también hay otra cosa, y ahora sé por qué la Iglesia y demás sectas religiosas no lo han explotado al máximo: El COVID-19 ataca a aquellas personas obesas, hipertensas, diabéticas o con cualquier comorbilidad que debilite las defensas del cuerpo.
Es decir, el COVID-19 tiene especial predilección por los pecadores, y así:
-La Gula: Diabéticos, hipertensos, obesos.
-La Avaricia: Hipertensos, obesos, diabéticos.
-La Lujuria: VIH.
-La Envidia: Obesos, hipertensos.
-La Pereza: Obesos.
-La Ira: Diabetes.
-La Soberbia: Hipertensos.
Los siete pecados capitales de que habla La Biblia, implican las comorbilidades más atacadas por el coronavirus.
Yo me imaginaba que de un momento a otro cualquier iglesia o secta iba a descubrir esta curiosa relación y empezaría a predicar entre sus miembros para que se arrepintieran y echaran a un lado todo tipo de comportamiento pecaminoso.
Pero al caer el Cardenal Rivera, bajo esa tesis, significa que también ha incurrido en algún pecado capital, posiblemente la avaricia, porque goza de una gran riqueza material y le gustan los lujos, o la gula, porque está medio llenito, o la lujuria, si sigue los mismos pasos de su cuatacho o pariente Nicolás Aguilar Rivera o la soberbia, porque cuando era Arzobispo Primado de México trataba con la chancla a todos los demás curitas.
Y así, el resto de los religiosos, desde el más humilde capellán hasta el más encumbrado representante de Dios en la Tierra no están libres de toda culpa, y mencionar los pecados capitales como factor del COVID, sería como escupir para arriba.
Pienso que si en estos momentos Cristo reviviera, se volvería a morir al ver lo que han hecho de su iglesia estos hijos de Susana Bagán.
Y no digo más, porque luego me excomulgan y aún tengo fotos de mi bautizo, que estuvo bien morrocotudo.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice: “El demonio suele ocultarse en la parte inferior de una vestimenta sacerdotal”. (El diablo se esconde debajo de una sotana).