Por Pegaso
Descansando en mi mullido cumulonimbus me puse a meditar sobre la gran cantidad de cosas estúpidas que se pueden hallar en You Tube.
«Twerking, el baile prohibido», se lee en el encabezado de un tutorial.
Consultando el traductor de Google me encontré con que la palabreja no tiene traducción literal al español y que lo que más se acerca es algo así como «moviendo el rabo».
Se trata, por supuesto, de una moda como tantas muchas que han aparecido y desaparecido en la red.
El twerking es una especie de baile, o exhibición, o como quiera llamársele, practicado principalmente por las teiboleras, pero que en últimas fechas se ha popularizado entre las mujeres jóvenes que tienen algo de carne que mover.
Es un bamboleo muy cachondo de caderas y nalgas, tanto así que haría sonrojar hasta a la más experimentada actriz porno.
Lo malo es que ya hay incluso academias reconocidas por la Secretaría de Educación Pública y el Instituto del Deporte.
¡Ya no más! ¡Tan bonito y divertido baile no puede ser monopolizado por las bailarinas de congal barato!
El twerking se puede practicar con cualquier tipo de ritmo, ya sea afroamericano, rock, con banda sinaloense o música clásica, lo que importa aquí es mover el bote lo más sensual y provocativo que se pueda.
Tal es el éxito que tiene, que inclusive lo practican niñas y niños de apenas ocho o nueve años.
Hace algunos meses se subió a You Tube un video donde se muestra a una pequeñuela bailando raeggeton de manera lasciva delante de sus padres y compañeros, quienes la animaban con aplausos y palabras.
Eso ocurrió en Cuba, pero bien pudo suceder en cualquier ranchería, colonia o poblado de México, ya que al parecer el pudor es otro de los valores que está desapareciendo rápidamente, incluso entre la población infantil.
La prueba es que aquí, en Reynosa, en la Secundaria Técnica número 9 «Marte R. Gómez», una escolapia practicaba un baile privado a uno de sus compañeritos, en pleno salón de clases, en el mesabanco.
Ya lo advertía la conocida cantante y actriz Susana Zabaleta cuando decía, al comentar sobre la pérdida de los valores: «Yo pienso que gracias a estas canciones misóginas que ustedes escuchan todo el día… Ayer se me acercó una niña con el teléfono de su papá escuchando una canción donde decía que se la iba a llevar a un hotel y le iba a bajar los calzones… Y la niña bien feliz escuchando eso. ¿Sabes qué va a ser esa niña a los trece años? Se la van a llevar a un motel y le van a bajar los pantalones y los calzones también. ¿tú que crees que va a ser esa niña? Pues lo que le están enseñando sus papás. ¡Y a ustedes, mujeres, les parece super gracioso! No me extraña de los hombres, que pueden decir lo que sea si yo se los permito, o de las mujeres que pueden decir lo que quieran si yo se los permito, pero ¿cómo permitimos que unos niños, como tu hijo, o tu hija escuchen algo tan denigrante y luego todavía reirnos? ¡Ja, ja, ja! ¡Sí, que se vuelva bien puta mi hija! ¿Eso es lo que queremos? Esas son las canciones que a ustedes les han hecho creer que hay que escuchar».
El twerquing, o los bailes cachondos que antes eran exclusivos de los bares para adultos ha tomado las calles. Los chavitos los practican. Se va haciendo natural para ellos y para sus padres, que lo ven con simpatía.
No hay razón para escandalizarse cuando se trata de personas adultas, pero hay que tomar en cuenta que los niños son como esponjitas y todo lo que ven tratan de imitarlo.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: «Tras la danza, ¿que individuo podrá revertírselo». (Y lo bailado, ¿quién se lo quita?)