Por Pegaso
Luego de publicar la columna de ayer varios amigos me comentaban que, efectivamente, se me quedaron algunas almas caritativas fuera del tintero, personas que llevan ayuda o apoyan a las familias que pasan por situación difícil a causa del coronavirus.
Renato Sandoval me pidió mencionara al buen amigo Luis Miguel Iglesias, joven empresario que desde hace meses hace llegar despensas a personas que lo solicitan.
También el licenciado Marcelo Olán Mendoza, Mario Quintero Salinas, Eva Reyes González, Lina Rodríguez, los miembros de la directiva del Club Rotario, que encabeza el ingeniero David Negrete Arroyo y muchos más que se están partiendo la mandarina en gajos al ver tanta y tanta necesidad en las colonias.
Quiero, sin embargo, hacer una mención especial. Muy pequeñita pero muy significativa.
Mi amigo Mauricio De Alejandro, de alguna manera, ha sido el espejo en que se ha visto reflejada su pequeña hija, Miranda.
La carismática niña no solo apoya a su papá a organizar las despensas, sino que también, y eso es muy meritorio, participa en la elaboración de llaveros con las figuras de doctores y enfermeros, que ofrece a cien pesos en las redes sociales. El ingreso por esas ventas servirá para comprar más despensas que se harán llegar a más familias empobrecidas por la pandemia.
Ejemplos como estos hay que darlos a nuestros retoños para que no nos preguntemos más adelante qué país les vamos a dejar a nuestros hijos, sino qué hijos le vamos a dejar a nuestro País.
Pasando a otro tema, se tienen casi listas las vacunas contra el COVID-19.
Ya pasaron la fase experimental y ahora se están analizando los efectos secundarios y cuánto tiempo de inmunidad proporcionan.
Especialistas calculan que el biológico estará listo en el mes de octubre, pero por los papeleos, la burocracia y todas las cuestiones políticas que existen en el mundo, se tardaría por lo menos otros cinco meses.
Por lo pronto, Estados Unidos, Reino Unidos y otros países económicamente fuertes ya agandallaron y han comprado por adelantado cientos de miles de dosis, mientras el Gobierno de México todavía está pensando en que las estampitas del Sagrado Corazón y de San Juditas Tadeo nos van a salvar la vida.
Y la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, recomienda la ingesta de nanopartículas de no sé qué, como remedio maravilloso para protegerse del infame virus.
Pronto vendrá la temporada fría, y con ella, el aumento de enfermedades estacionales, como la gripe común, la influenza y las neumonías, agravando aún más la situación.
Mientras tanto, en las farmacias no se consiguen los medicamentos básicos para contener las infecciones oportunistas asociadas al COVID-19.
Es más, me he pasado varios días preguntando si tienen Aderogyl, y en ninguna parte lo tienen. Ni las farmacias del doctor Simi venden algún similar o conexo.
¿Qué nos puede esperar a los mexicanos con un Gobierno tan indolente?
Mientras los ciudadanos están cayendo como moscas, los altos mandos del país se preocupan más por traer el avión presidencial, por impulsar el proyecto del Tren Maya y por buscar la manera de mantener el control en las cámaras.
Por cierto, el anunció reciente de que bajarán las semanas de cotización para jubilarse y el aumento de hasta un 40% en las jubilaciones, tiene pinta electorera.
O tal vez piensan que, soltando prenda por ese lado, podrán echar mano del pingüe fondo de las AFORES y dejarnos a los trabajadores sin el patrimonio que por muchos años hemos obtenido con el pago de nuestras cuotas sindicales.
Mientras son peras o son manzanas, esperamos que por lo menos a finales del 2021 ya podremos estar vacunando en México a la población más vulnerable al COVID-19.
Pero como los laboratorios más prestigiosos del mundo estarán preocupados por cumplir con la entrega a países desarrollados, como Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Rusia y China, a los mexicanos sólo nos va a quedar ir a las farmacias del Dr. Simi a ver si tienen lo mismo, pero más barato. ¡Chale!
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Permanecemos como el pequeño individuo sinoide: únicamente obselvando”. (Nos quedamos como el chinito: nomás milando).