Por Pegaso
Aprovecho este receso vacacional para volar libremente por el límpido cielo de Reynosa.
¡Ahhh, Reynosa! Un pueblito con crepúsculos arrebolados… (Nota de la Redacción: ¿Otra vez fusilándote a Jaimito el Cartero, Pegaso?
Decía que volaba por el cielo de Reynosa y veía las calles parcialmente vacías, ya que muchos también aprovecharon para salir a turistear siquiera a Río Bravo; me dí una vuelta por la Central Camionera y constaté que, efectivamente, hay más raza haciendo cola en los módulos de Transpaís, Noreste y ömnibus que de costumbre.
Así pues, una buena cantidad de gente está aprovechando para desempolvarse un poquito del ajetreo diario.
No entiendo yo, por ejemplo, cómo a los burócratas les dan dos semanas de vacaciones pagadas en verano, otras dos semanas en Navidad y otras tantas en Semana Santa.
Ese es uno de los insondables misterios del Universo que aún están pendientes de resolver.
Uno de los destinos turísticos más populares entre los ilustres miembros de la clase media reynosense es la Isla del Padre.
Por ahí se mezclan con los regiomontanos y saltillenses, que son cada vez menos porque se han convertido en el blanco predilecto de los salteadores de carretera.
Quienes tienen lada se van a Las Vegas, a Cancún, a Puerto Vallarta, a Los Cabos, o a destinos internacionales, como Río de Janeiro, Europa o Asia.
Las perras flacas nos quedamos en Reynosa a seguir correteando la chuleta.
Las vacaciones de verano son un impass, un break, un tiempo fuera para poder enfrentar con ganas los últimos meses del año.
Los empleados llegan a las oficinas con un tonito de piel bronceado y una sonrisa de oreja a oreja porque se fueron a la playa con sus amigos a echar el relajo, a tomarse selfies con los delfines y a ponerse hasta la madre de cerveza y botanitas.
Luego viene agosto, el regreso a clases, la rutina diaria y vuelta otra vez a la chinga… aunque a decir verdad, hay muchos que sólo hacen como que trabajan, si no, échense una vueltecita por cualquier dependencia municipal, estatal y federal, para que vean cómo hay un chingo de gente echando güeva, sentados en sus sillas y recargados en sus escritorios, chateando o jugando videojuegos, mientras se acumulan los expedientes en un rincón.
En fin. Las vacaciones son para eso, para desempolvarse, olvidarse un poquitín de la rutina, de las balaceras, sustos y soponcios que ocurren diariamente en nuestra sufrida ciudad.
No tengo más que decir a mis escasos lectores, sino que disfruten lo que resta del período de asueto veraniego.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: «Es preciso proporcionarle disfrute al disfrute, el período vital de un individuo presto fenece; una vez que mi cuerpo físico perece, sólo podré traer conmigo una porción de material terroso». (Hay que darle gusto al gusto, la vida pronto se acaba; ya muerto voy a llevarme nomás un puño de tierra).