AL VUELO/ Viacrucis

Por Pegaso

En plena Semana Santa, la gran mayoría de las personas no están en alguna paradisíaca playa, gozando del calor tropical y las frescas olas del mar, degustando el rico ceviche o un delicioso coctel de camarón, mientras un costeño les mueve el ombligo.

No. Todos están muertos de miedo, atrincherados en sus casas y no salen ni a que les dé el sol por temor a contraer el fatídico coronavirus.

Pero hay de niveles a niveles.

Las familias de empresarios pasan esta cuarentena de forma muy diferente a como la viven, por ejemplo, las familias pobres de La Nopalera o Las Calabazas.

Los primeros gozan de todas las comodidades, pueden comprar lo que sea y cuando sea para alimentarse durante cuarenta, cien o mil días con las mejores viandas: Langosta a la Termidor, caviar de beluga, pasta a la carbonara, un espumoso Chianti francés o un afrutado vino de Burdeos.

Por el otro lado, la gente amolada apenas tendrá para echarse un taco de frijoles o un pan con café negro.

Ahora sí que como dice el filósofo Ricardo Arjona: “Usted sufre en su mansión, yo sufro en los arrabales”.

Pienso que la Ley Federal del Trabajo no previó con justicia cómo debe actuarse en casos de contingencia sanitaria como la que hoy nos ocupa.

En su Artículo 429 señala que los patrones deben pagar un salario mínimo durante el tiempo que dure la situación.

Pero sucede que los vivillos patrones despidieron a sus empleados sin goce de sueldo, lo que nos hace pensar que no son solidarios con el sufrimiento de los trabajadores y sus familias.

Ante situaciones de este tipo, cuando se prolongan, no son los patrones los que quiebran, sino las empresas.

Los empresarios medianos y grandes pueden darse el lujo de perder una, dos o más compañías, porque siempre tendrán una fortuna que los respalde. A ellos y a las siguientes tres o cuatro generaciones.

Mientras tanto, el trabajador sólo vive de su esfuerzo. Me parece inequitativo exigir un sacrificio tan grande a las clases obreras, donde, si no los mata el coronavirus, los va a matar el hambre.

Por eso digo yo. Es a la gente jodida a la que le toca vivir este viacrucis, no a los acaudalados.

Hoy es Viernes Santo y debían de estarse escenificando pasajes de la Vía Dolorosa, donde Cristo es castigado duramente y obligado a cargar la pesada cruz de madera hasta el monte Gólgota, donde murió clavado a los maderos.

En las playas, los clasemedieros y burgueses divirtiéndose de lo lindo, comiendo ceviche, cocteles de camarón y viendo a un costeño cómo les mueve el ombligo.

Va, pues, el refrán estilo Pegaso: “En el océano, es más deliciosa la experiencia vital”.(En el mar, la vida es más sabrosa).

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