AL VUELO/ Viejas

Por Pegaso

Ahora sí se le armó al Pejidente con el viejerío cuando dijo que el 90% de las llamadas telefónicas que se hacen para denunciar violencia de género son falsas.

Eso lo dijo hace tres días, y a estas alturas ya debe estar reflejándose en las estadísticas donde se muestra el apoyo que le da la gente, porque recordemos que el 51% de la población del País son mujeres.

En otras palabras, el Peje del Ejecutivo Federal asegura que el 90% de las damas que llaman para denunciar que son víctimas de violencia por parte de sus parejas, durante esta larga reclusión domiciliaria, son mentirosas.

Dicha postura ha generado todo un movimiento feminista, y las redes sociales empezaron a calentarse con opiniones de mujeres que se sienten ofendidas por las afirmaciones del mandatario, calificadas de machistas y valemadristas.

#NosotrasTenemosOtrosDatos es el hashtag de Twitter que abanderan ahora el grupo de feministas que se sienten ofendidas por las aladas palabras de ALMO.

Según afirman las supuestas afectadas por la violencia que sus parejas ejercen sobre ellas, ahora que tienen que estar juntitos y apretaditos en el seno de su hogar, sin que el viejón pueda salir a comprar sus chelas o reunirse con los cuates, “la violencia contra mujeres y niñas es más letal que el COVID-19”.

En un video que se hizo viral, más de 40 mujeres que forman parte de al menos 18 organizaciones de derechos humanos en México, incluyendo actrices conocidas, reclaman al Pejidente por su misógina postura en torno a este tema, cuando dice que “no se ha incrementado la violencia de género durante la cuarentena” o “el 90% de las llamadas son falsas”.

Me recuerda mucho aquella frase que en su momento causó irritación popular, cuando el entonces encumbrado Jefe Ciego Frenándes de Cavallos decía: “El viejerío, a la cocina”, o cuando el ex presidente Chente Fox aseguraba que las mujeres son “lavadoras de dos patas”.

O sea, que aparte de la chinga que muchas reciben en sus casas por parte de sus cónyuges, ahora tienen que soportar la violencia política de los gobernantes.

Porque no solamente hay violencia física, sino que existe muchas más expresiones de agresión.

En las escuelas se hizo muy común el “violentómetro”, una especie de diagrama-semáforo donde se colocaban en el color verde los insultos, en color amarillo los golpes, en color anaranjado las amenazas de muerte y en rojo, los asesinatos (feminicidios).

Así que ahora hay que agregar la violencia política como un aspecto más de un fenómeno que se sigue repitiendo en el país machista y misógino que sigue siendo México.

Imaginemos una escena típica en una casa de clase media baja o pobre, que son la gran mayoría:

Hay problemas económicos porque el marido fue despedido de la fábrica o le están pagando solo la mitad del salario, así que no les alcanza para satisfacer sus necesidades básicas. El aislamiento social los obliga a permanecer juntos las 24 horas del día en un ambiente tenso, con un calor infernal, porque no hay para comprar aires acondicionados, con tres o cuatro chiquillos peleándose o berreando a todo pulmón. La mujer tiene que hacer el quehacer, cuidar a los chamacos y elaborar los frijoles en bola para la comida de la tarde. Mientras tanto, el viejón rascándose los güevos en el sillón, viendo las narcoseries El Chapo, El Señor de los Cielos o “La Reina del Sur”.

Es una situación propicia para la violencia intrafamiliar.

En el momento en que la mujer reclama que no hay para comprar el chesco o la leche del escuincle, el energúmeno se levanta y propina dos o tres galletas a su abnegada cónyuge.

Ésta toma su teléfono celular que compró en el OXXO y llama para denunciar la violencia de que fue objeto.

Poco después, allá, en Palacio Nacional, un apelmazado burócrata le pasa una tarjeta informativa al Pejidente, antes de que éste entre a la mañanera donde dice ante periodistas a modo: “El 90% de laj llamadaj por violenjia de género jon faljaj”.

Por eso, mis queridas amigas, sólo llamen cuando hayan sido apuñaladas, descuartizadas, emparedadas, desmembradas o destripadas por sus parejas.

Si no, no van a entrar a las estadísticas presidenciales.

Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “¡Lacérame, pero abstente de abandonarme!” (¡Pégame, pero no me dejes!)

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