Por Pegaso
E-e-en el nombre del cie-e-elo/
o-o-os pido posa-a-ada,/
pue-e-es no puede anda-a-a-aar/
mi e-e-esposa ama-a-adaaa.
Este día 16 de diciembre empiezan las posadas, de acuerdo con la tradición judeocristiana que heredamos de los españoles.
Y con ellas, los villancicos, las piñatas que tienen caca, cacahuates de a montón, el champurrado, las pastorelas y toda la parafernalia que acompaña este tipo de festividades populares, tan arraigadas en el pueblo mexicano.
Yo recuerdo en aquellos mis años de Pegaso chaval cómo cada mes de diciembre se organizaban las posadas en mi barrio, El Chaparral, hoy conocido como colonia Chapultepec.
La señora Andreíta, junto con otras beatas, apoyadas por jovencitas vestidas de vírgenes y angelitos, iban de una casa a otra por la calle Pino Suárez y la Tiburcio Garza Zamora, cantando las letanías y villancicos: “Santa Maríaaaa: Ora pro noviiiiiissss. Santa Deigénesis: Ora pro noviiiisssss. Mater Castísima: Ora pro novisssss”, y así, sucesivamente, recitando algunos de los múltiples denominativos atribuidos a la Virgen María.
Una vez que llegábamos al domicilio donde descansaría el “niño” con sus padres “José” y “María”, adecuadamente ataviados, doña Andreíta se metía a la casa, mientras el resto de la peregrinación empezaba a pedir posada.
Ya al finalizar, no faltaban los tamalitos, la piñata y los dulces que degustábamos con fruición.
Actualmente se ha perdido tal tradición. Al menos no he sabido que en la colonia Chapultepec sigan haciéndose las posadas de la manera como se hacían originalmente.
Yo más bien veo que han cambiado mucho. Ahora, una posada es cualquier reunión donde va la raza y hace desmadre, hay intercambio de regalos, canciones de Julión Álvarez y Jenny Rivera, y corre el chupe a raudales.
Ya nadie canta villancicos. Y si lo hacen, es como una ocurrencia, más que como una tradición.
Lo que sí abunda en esta temporada son los cantos navideños, como el del “Burrito Sabanero” que va camino a Belén, o la canción de Raphael llamada “El Niño del Tambor” que dice: “El camino que lleva a Belén/ baja hasta el valle que la nieve cubrió./ Los pastorcillos quieren ver a su rey;/ le traen regalos en su humilde zurrón./ Ro-po-pom-pom; ro-po-pom-pom.”
Otros prefieren algo más nostálgico, como aquella icónica canción de Javier Solís, “Regalo de Reyes”: “Ya va llegando diciembre y sus posadas,/ se va acercando ya también la Navidad./ El año nuevo me traerá nuevas tristezas/ y con tu ausencia lloraré en mi soledad./”
Yo siempre me he preguntado: Si el Niño del Tambor y el del Burrito Sabanero van para el mismo lugar, ¿por qué no se juntan y se suben en el pinche burro?
Lo que sí es cierto es que la raza va a andar encuerdada en estos días con las posadas, como ocurre con Lupisto, el mejor cazador de gorras.
Tiempo de olvidarnos de la dieta, porque donde quiera que vayamos nos van a esperar unos apetecibles, pero grasosos y azucarados buñuelos, o unos tamalitos de puerco con salsa molcajeteada.
No faltará también el platote de pavo con mucho gravy, puré de papa con mantequilla y su infaltable chesco, o un espeso pero aromático champurrado, o un fresco ponche de tejocote, guayaba y limón.
Me despido de mis dos o tres lectores, no sin antes desearles que los inviten a muchas posadas. Hay que cuidar la dieta, de todos modos porque entrando el año viene la Rosca de Reyes y en febrero, los tamales del Día de la Candelaria.
Tarea difícil mantener la dieta, así que para Semana Santa llegaremos con unas lonjitas extra que adornarán nuestro ya de por sí prominente abdomen, cuando vayamos a La Playita o a la Isla del Padre.
Sin más preámbulos, viene el refrán estilo Pegaso: “Procedan a introducirse, divinos viajeros, viajeros”. (Entren, santos peregrinos, peregrinos).