Por Pegaso
Estaba yo escuchando el episodio número dos de la serie radiofónica “Kalimán contra el Terror Invisible”, y me encontré de pronto con una joya: Luego que el Agente Jensen, del CIFE (Centro de Investigación de Fenómenos del Espacio), un antiguo amigo de Kalimán entra a su habitación del hotel Ambassador, en Nueva York, lucha con él y es vencido, éste recibe una llamada en su reloj de pulsera.
El agente contesta la llamada, que resulta ser un aviso del CIFE para que se presente inmediatamente, ya que un científico murió en circunstancias sospechosas.
Todo eso no tendría nada de raro, si no fuera porque el capítulo fue grabado en 1957 en un estudio de producción radiofónica de la Ciudad de México.
¿Un reloj que recibe y emite llamadas mediante señales de radio en los cincuenta? ¿No resulta familiar en la actualidad?
Durante mucho tiempo nos han asombrado las extraordinarias predicciones de Julio Verne, cuando anticipó la invención del submarino, de las naves espaciales y de los viajes intercontinentales.
O la visión de George Orwell, quien en su novela “1984” describió un mundo distópico donde un “Gran Hermano” (Big Brother, en inglés) lo veía todo y lo controlaba todo. Más o menos como ocurre actualmente, donde no podemos caminar diez metros cuando una cámara nos está enfocando y enviando información a alguna agencia de gobierno o corporación.
El Gran Hermano de la actualidad son Google, Facebook, Twitter y Youtube, entidades que funcionan a base de inteligencia artificial, pero que saben más de nosotros que nosotros mismos.
Hay muchísimos ejemplos a nivel mundial de personas visionarias, pero aquí, en Mexicalpan de las tunas, también tenemos gente que se anticipó con mucho al porvenir.
En el capítulo en comento, el pequeño Solín se asombra cómo un aparato tan pequeño como un reloj de pulsera puede transmitir y recibir mensajes.
El libretista Víctor Fox posiblemente se inspiró en las propias transmisiones radiofónicas a las que estaba acostumbrado e imaginó que en un futuro la miniaturización de los dispositivos de comunicación podría ser posible.
Yo veía también la revista de El Santo. Se imprimía con pastas a color y páginas en sepia.
El auto del Enmascarado de Plata, un Corvette deportivo del mismo tono que su careta contaba con un teléfono, más o menos como ahora lo vemos en los vehículos de modelo reciente, donde podemos, con un botón, contestar una llamada sin necesidad de descolgar el auricular.
El Santo, para volar, también usaba una mochila con propulsión a chorro que llamaba “Sanjet”.
Desde hace varios años se experimenta con varios tipos de combustible y aditamentos capaces de sostener y transportar a una persona en el aire sin necesidad de aparatos tan pesados como un avión o un helicóptero.
Otro personaje de historieta que también se adelantó muchos años a su época fue “Fantomas”. La revista “Fantomas, la amenaza elegante”, está inspirada en el célebre ladrón francés Arséne Raoul Lupin, mismo que en la actualidad es traído a la pantalla chica mediante Nexflix personalizado por un actor de color.
Fantomas tenía a su servicio a doce esculturales asistentes, cada una con el nombre de un símbolo del zodíaco. Subvencionaba las investigaciones del profesor Semo, quien tenía un parlanchín robot llamado C-19 y había inventado una máquina del tiempo, ni más ni menos.
Al igual que Kalimán y El Santo, Fantomas fue creación de mexicanos. Y todo eso ocurría allá, por los maravillosos cincuenta y sesenta.
Termino este soliloquio con el refrán estilo Pegaso que dice: “La totalidad de la dimensión temporal pretérita fue superior”. (Todo tiempo pasado fue mejor).