Por Lic. Bárbara Lera Castellanos
Ayer publicó en Últimas Noticias en Red, la presidenta 2024 de la Asociación de Mujeres Profesionistas de Reynosa, Gírla Paola García López que «Las estadísticas por violencia doméstica, donde generalmente la víctima sigue siendo la mujer, están muy por debajo de las cifras reales y agregó la necesidad de trabajar mucho para elevar la cultura de la denuncia».
Es muy sintomático que hoy, pasando la cuarta parte del siglo XXI, después de todos los ajustes y revisiones de la ley de género, de los múltiples organismos «pro derechos humanos de la Mujer», la implementación de tantas instituciones hacia la protección de niñas y niños, se sigan presentando estas calamidades.
Por lo que realmente se sigue observando en México y en Tamaulipas, una «cultura misógina» entre muchas de las familias y sus integrantes, que nos hacen reflexionar que lo que hace mucha falta es incidir más desde las bases sociales, las escuelas y las universidades, para replantear y consolidar una «verdadera cultura educativa» que tome como base fundamental «el respeto a las mujeres, las niñas y los niños», más que la llamada «cultura de la denuncia», eso es atender los efectos y lo que necesitamos es ir a las raíces del problema.
Las mujeres nos preguntamos ¿De qué sirve denunciar, si la educación de nuestras autoridades, padres e hijos, sigue supeditada al dominio del hombre?, al control estructural y psicológico de codependencia del mal llamado Jefe de Familia.
Esto solo puede vencerse, si se permea hasta la raíz desde la educación de los hogares, de las familias, en todos los niveles económicos y sociales, terminando hasta las escuelas, universidades y las religiones.
Cita Paola García López qué «Los casos de violencia al interior de las familias se dispararon en forma significativa después de la pandemia del Covid-19, cuando el encierro, el hacinamiento y otros problemas de carácter económico, alteraron el comportamiento de las personas, casi siempre de los ‘jefes del hogar’, muchas de las cuales reaccionaban en forma violenta en contra de su pareja o de sus hijos».
Por ello, me vuelvo a preguntar ¿Acaso los jefes del hogar, o jefes varones de la familia, se mandan solos?
Aquí volvemos a nuestra reflexión, que en esencia perdura la cultura del género fuerte, otrora llamado sexo fuerte controlador, donde nuestra educación permeaba desde nuestras abuelas y abuelos, que la última palabra en nuestras casas… era la del padre, al cual se le tenía que escuchar y obedecer, y punto. Por lo cual, es aquí donde todavía hace mucha falta incidir más, en la educación estructural y con valores, para eliminar desde la raíz esa preocupante situación, para luego, eso sí, pasar al planteamiento de «la cultura de la denuncia», una cosa se da antes de la otra, desde la «educación con valores y con absoluto respeto hacia las mujeres y los niños».
Coincidimos plenamente con Paola García qué «Después de la pandemia sabemos que la siguiente pandemia que se presentó fue la de la violencia doméstica. El hacinamiento, el estar en casa, todas las deficiencias económicas, las personas que perdieron sus empleos y todas las circunstancias que condicionaron a que se agravara la violencia hacia los niños y hacia las mismas amas de casa».
Hoy que en Tamaulipas contamos con mayores herramientas legales e institucionales, seguiremos insistiendo en no perder la brújula hacia la aplicación de esa educación qué haga valer lo más sublime qué tenemos los seres humanos, que se refiere al derecho a la equidad y a la igualdad en la familia, en las escuelas y en el trabajo hacia nosotras las mujeres, y seguir abrevando hacia esa cultura de la denuncia, ¡sin miedos y sin … rencores!