Por Oscar Díaz Salazar
En los últimos meses del vacato, cuando aún no se llevaba a cabo la elección de gobernador, Francisco N y Truco Verastegui, le agarraron mucha tirria al presidente de Victoria, Lalo Gattás.
La Vaca Salvatrucha es un tipo que suele “respetar” a sus adversarios, si los rivales le entran de frente y no piden ni dan tregua, y si las diferencias se limitan a los asuntos políticos.
La Vaca, cuando estuvo encumbrado, fue particularmente hostil con quienes habiendo sido sus aliados o hecho compromisos, se retractaban de los acuerdos y/o fallaban a la palabra. En ese esquema se explican los desencuentros con Diego Guajardo y Lalo Gattás.
Gattás buscó al Truco Verastegui y ofreció colaborar políticamente con el candidato (César Verastegui) en su aspiración de ser gobernador.
En ese tiempo se supo que Gattás “estaba por dentro”, comprometido con los azules, con la Vaca y con el Truco, y que los acuerdos económicos se habían dado mediante la contratación de carteleras o anuncios monumentales, que el árabe victorense le alquiló al gobierno del Estado.
En el equipo azul se generó mucho malestar con el Lalillo Gattás, en especial porque el acuerdo y la petición para reunirse fue a iniciativa del edil capitalino.
Es fácil deducir que Gattás se decidió por el candidato de su partido cuando las encuestas mostraban, – en el tramo final de la campaña -, que el ganador sería el candidato de morena, y sólo entonces cortó la comunicación con los albiazules.
A toro pasado, los traidores que se doblaron, se vendieron y se alquilaron a Francisco N, se dicen perseguidos, acorralados, y que sólo por estrategia y sobrevivencia política aflojaron el cuerpecito y aceptaron las negociaciones con el gobernador texano y jefe de la clicka de los nueve cinco seis.