- Christy, de24 años, salió de Honduras en busca de una mejor vida luego de haber sido violada en varias ocasiones en su pueblo natal
Ciudad de México.- Christy está casi segura de que logró huir de una red de trata de personas. Es Cristian Ponce para el Instituto Nacional de Migración (INM), pero Christy para el resto del mundo, una hondureña transexual de 24 años que forma parte del éxodo migrante que atraviesa el territorio nacional en tiempos en que los centroamericanos son peor recibidos que nunca.
Por ello, le extrañó que una desconocida le ofreciera a ella y a otras cinco chicas comprarles boletos de autobús de Chiapas a la Ciudad de México, con la promesa de trabajo en hoteles o restaurantes.
«La verdad, para avanzar en el camino, acepté, pero luego analicé que no era normal, ni por buena gente que fuera la señora nos compraría los boletos. Afortunadamente, hubo una redada en una garita en Tapanatepec y nos detuvo la migra», Christy agradece a Dios y completa: «Quién sabe qué fin tuviera. Seguramente muerta, tirada por allí sin órganos».
Originaria de Choloma Cortés, Christy fue violada en varias ocasiones en su pueblo, en todas, de suerte salió viva. Luego, su única opción fue el trabajo sexual. Irse de Honduras, dice, fue como salir de un infierno al cual no piensa volver, así que México es un paraíso de esperanza y su ruta de escape de una vida de pesadilla.
Aunque Christy tiene como meta Estados Unidos -ahí la espera una amiga de su pueblo-, si las cosas no se concretan, está dispuesta a comenzar una nueva vida en la Ciudad de México. Le contaron que en la capital le pagan muy bien a las cocineras, ella no lo es, pero en la cocina quiere olvidar su pasado de prostitución obligada.
Christy, Mía y Alondra están en el albergue Hermanos en el Camino, de CiudadIxtepec. Ellas huyeron de la violencia como 92% de migrantes transexuales que han llegado a este lugar, según los registros de la dirección. En el refugio que creó el clérigo Alejandro Solalinde, de mil 200 migrantes que llegaron en los primeros 15 días de mayo, 17 eran transexuales. Se trata de una cifra precisa, pues aquí no se les registra como hombre o mujer, sino como migrante trans.
«Desde que llegamos nos registran como somos: trans. Luego nos dan un lugar especial, no nos colocan en la habitación de los hombres, porque no todos nos respetan, así que hasta tenemos nuestro propio baño. Aquí es donde mejor nos tratan», comenta Mía Monserrat, otra de las chicas que espera ansiosa que el INM la llame a sus oficinas en Salina Cruz para dar trámite a su petición de asilo.
El albergue evita que sufran discriminación o acoso, como sí lo sufren en el trayecto.
Las tres chicas se conocieron en una de las caravanas que estaba estancada en Chiapas, donde se agruparon para avanzar más seguras hacia el interior del país. Llegaron a ser 12, pero conforme fueron adentrándose, el grupo se redujo. Algunas fueron detenidas en operativos de migración, otras esperan su visa humanitaria.
Lo que Christy, Mía y Alondra no saben es que México está lejos de ser ese paraíso que creen o que les contaron.
Por cuarto año consecutivo el país ha ocupado el segundo lugar mundial por asesinato de mujeres trans, de acuerdo con datos del Observatorio de Personas Trans Asesinadas, que recolecta, monitorea y analiza estos crímenes. Hasta noviembre de 2018, la cifra era de 71 asesinatos, 15 más que en 2017.
En 10 años van 408 casos, según la organización Transgender Europe.