Por Pegaso
Me llamó la atención la propuesta de la Alcaldesa entrante del vecino municipio de Díaz Ordaz, Nataly García Díaz, en el sentido de que promoverá que se le cambie de nombre, porque no pueden seguir llevando el de un asesino.
Se refirió, por supuesto, a la muy conocida y recordada “Masacre de Tlatelolco” o “Matanza de Tlatelolco”, represión ordenada por los altos mandos del Gobierno Federal que en aquel entonces encabezaba el Presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz.
Pues a la señora o señorita alcaldesa electa no le gusta que su pueblo bicicletero siga llamándose como ese señor, al que le apodaban “El Trompas” por motivos obvios, o “El Pozole”, porque nada más trae trompa y oreja, o “El Chango”, por el uso irracional de la fuerza contra los opositores a su régimen.
Yo, Pegaso, le doy la razón. Pero además, recomiendo a los otros alcaldes y gobernadores del País que sigan su ejemplo y que vayan pensando en cambiar los nombres de calles, escuelas y hospitales cuando estos lleven el de personajes de triste memoria.
Pero no nos vayamos tan lejos. Aquí, en Reynosa, tenemos mucha tela de donde cortar y podríamos empezar por cambiarle el nombre a la colonia López Portillo.
José López Portillo y Pacheco, fue Presidente del País de 1976 a 1982. Hizo un triste papel al frente del Gobierno Federal, sobre todo, cuando empezó a devaluarse de a feo nuestra moneda con respecto al dólar.
Cuando tanteó que ya no podía sostener el tipo cambiario, se puso a llorar.
También se le conoce como “El Perro” porque se mandó construir un palacete en una colina que lleva ese nombre.
Encumbró a “El Negro” Durazo al más alto nivel, en aquel tiempo de persecuciones y violencia política.
Yo les pregunto a los habitantes de esa colonia: ¿Quieren seguir llevando el nombre de ese criminal ex presidente? ¿No? Pues sigan los pasos de la Alcaldesa de Díaz Ordaz y pidan el cambio de nombre.
Pónganle: Colonia Cabeza de Vaca. (Je, je, jeeee, esto es broma).
Ya hace muchos años alguien agarró la onda y cambió el nombre del libramiento Echeverría por el de María J. González.
Luis Echeverría Álvarez fue el Presidente que estuvo después de Díaz Ordaz y antes que López Portillo.
Es bien conocido por aquel episodio de “El Halconazo”, donde mandó asesinar empresarios e hizo desaparecer a otros. Es la inspiración del actual Pejidente ALMO.
Allá, rumbo a la colonia Antonio J. Bermúdez, se encuentra el bulevar Álvaro Obregón.
Alvaro Obregón, conocido como “El Manco de Celaya”, persiguió durante mucho tiempo a Pancho Villa. También fue Presidente de México y a él se debe la creación del viejo sistema político mexicano que durante más de 80 años mantuvo una especie de tiranía o dictadura en todo el País.
Aprovecho para sugerirle también a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México que cambie el nombre a la Delegación Alvaro Obregón.
Ejemplos hay infinitos. Tendríamos que eliminar los nombres de calles como Hernán Cortez y Cristóbal Colón.
Hubo un tiempo que la lambisconería y el culto a la personalidad iban de la mano y entonces, gobernadores y alcaldes imponían a las avenidas, colonias o edificios escolares los nombres de las personas que hicieron posible su llegada al poder.
Lo bueno es que a nadie se le ha ocurrido ponerle a alguna calle el nombre de Carlos Salinas De Gortari, el de Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto.
Tampoco recomiendo que en estos momentos, o cuando el Pejidente ALMO deje el poder, se le erijan monumentos, se bauticen calles y escuelas o se designen ciudades con su nombre. No nos vayamos a arrepentir después.
Pero, ¡ya chole de todo eso!
Apoyo la moción de la Alcaldesa de Díaz Ordaz.
Se tenía que decir y se dijo.
Viene ahora el refrán estilo Pegaso: “Genera reconocimiento público y procede a entrar a la fase de somnolencia”. (Crea fama y échate a dormir).