Por Pegaso
No se trata de una idea, pensamiento,concepción o bosquejo sicalíptico de éste columnista columnista.
Con «palitos» me refiero a los palos que se usan (o se usaban) para jugar un divertido juego de aparente origen chino llamado changay.
Y es que, después de mi vuelo vespertino me puse a platicar con la buena amiga Queta Santana sobre la necesidad de aprovechar el próximo Día del Niño para hacer una actividad que permita acercar a los padres con sus hijos.
A mí se me ocurrió que los juegos tradicionales mexicanos, como el changay, o el balero, el trompo, las canicas, el hula-hula, las escondidas, la roña, el burro castigado y muchas actividades más que hacían las delicias de los chamacos hace ya muchos ayeres, podrían coadyuvar para desarrollar una bonita dinámica entre vástagos y progenitores.
La interacción entre chicos y grandes bien podría ayudar a fortalecer los lazos familiares y a rescatar los perdidos valores morales.
Yo recuerdo con nostalgia cómo nos íbamos, al salir de la escuela, a jugar con los cuates del barrio a los baldíos. Nos echábamos una cascarita de futbol, o tomábamos nuestros trompos para jugar a los «cancos», lo que significaba que por turnos, lanzábamos la peonza de madera en dirección a la del contrario, que estaba en posición de reposo y luego, con la punta de clavo, causaba una horadación; y a veces con la fuerza que llevaba, partía la madera haciendo inservible el juguete del otro.
Al terminar la temporada del trompo (cuando nos cansábamos de jugar ese juego) venía la de las canicas. Nos echábamos un montón de «aguitas» a la bolsa del pantalón y nos íbamos corriendo a lanzar un reto a alguno de nuestros amiguitos. Éste colocaba cierta cantidad de canicas en un hoyo perforado en el suelo mientras el otro jugador tomaba puntería y lanzaba su «tirito» hacia el hoyo con toda su fuerza, utilizando los dedos pulgar e índice.
Cuando concluía la «temporada» de las canicas, nos íbamos al yoyo, al balero y mil divertidos juegos más, incluyendo por supuesto, el changay.
El changay, para mí que tiene una influencia china por el nombre, que es un derivado de la ciudad de Shangai.
Sin embargo, aquí lo perfeccionamos. Tomábamos un palo de escoba y lo partíamos en dos partes, una larga, como de 40 centímetros y una más corta, como de 15 o 20 centímetros. El palo más grande lo afilábamos de una de las puntas, a modo de pala y luego hacíamos un hoyo en la tierra o colocábamos dos ladrillos. El palo más pequeño era colocado sobre el pozo o los tabiques de tal forma que se pudiera levantar. Con la muñeca se hacía un rápido movimiento para levantar el palo menor y luego, en el aire, tomábamos impulso con el más grande y propinábamos un golpe seco. Ganaba el que lanzaba más lejos el palo chico. Pero, ¿cómo se medía la distancia, si en ocasiones era muy similar? Pues se tomaba el palo mayor y se usaba como unidad. Desde el pozo o los ladrillos, se hacía una medición, como si fuera una regla: 1, 2, 3, 4, 5, 6…, etcétera, hasta llegar a donde estaba el madero más pequeño. Pero no siempre era exacta la cantidad, entonces utilizábamos la cuarta para completar la medición o el «chemito», que era una fracción arbitraria de la cuarta. «¡Gané!-decíamos. Tú tienes 23 y «chemito», yo tengo 27 y dos cuartas.
Disfrutábamos como enanos.
Le decía a Queta: «¡Vamos a organizar un concurso de changay!» Y a ella le pareció buena idea.
Lo último que me dijo fue que cuenta con un grupo numeroso de chavales que están ansiosos por participar y que ya están haciendo sus palos para empezar a practicar.
«Necesitaremos-le dije- de un lugar muy amplio, como el Parque Cultural o la Unidad Deportiva. Si se realiza esta actividad, será una bonita interacción entre padres e hijos. Los padres, que sí jugaron esos juegos, podrían mostrar a sus huercos cómo jugar al changay».
La semana pasada ví en un evento de la doctora Maki a unos niños jugando trompo. Le pregunté a uno de ellos: «¿Y dónde tiene el botón de inicio esa cosa?» Quedóseme mirando en tono burlón y, condescendiente, respondióme: «Esto no tiene botón de inicio».
Me muero por saber si al jugar changay los chavos se ponen a buscar la conexión wii fii entre el palo chico y el palo grande.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso que dice: «¡Procede a lanzarte dicha peonza a la placa córnea del extremo dactilar!» (¡Échate ese trompo a la uña!)